Desde nuestra América
Desde nuestra América

Tiempos complejos

Imagen: Especial.

Oscar Wingartz Plata*

Cierto es que el modelo puramente racional y progresista de Occidente que llevó a la mundialización, hoy está en crisis, y que asistimos a la emergencia de otras formas de racionalidad. Junto a una globalización que viene imponiéndose de manera autoritaria, se observan al mismo tiempo numerosos indicios de que se está desarrollando una conciencia cultural ambigua.
Es interesante señalar que esta grave crisis cultural se parece a la crisis de las primeras décadas del siglo XX en algunos países europeos, cuando –frente a la inminencia de la guerra- se desarrolló una conciencia ambigua de vivir entre un amanecer o un crepúsculo de la humanidad. Igualmente hoy parece que nos encontramos en la duda d estar ante la posible muerte de la historia, de la razón y del sujeto. Las señales del acabamiento parecen expresarse por la posibilidad de otra guerra, un accidente nuclear o una catástrofe ecológica. Samuel Arriarán

Estimados lectores, en esta ocasión quiero reflexionar con todos ustedes sobre un asunto que está en el ambiente, que no termina por definirse ni perfilarse del todo. Me refiero a los contextos que estamos viviendo con una pandemia que ha alterado nuestras conductas, nuestras formas de estar en el mundo, nuestra manera de ubicarnos en un tiempo y espacio que paradójicamente pareciera no tiene punto fijo, es decir, un tiempo vertiginoso, donde los hechos, los acontecimientos, la vida misma nos lleva con tal velocidad, que no terminamos de ubicar un proceso, e inmediatamente, viene otro más intenso con su cauda de azoro e incertidumbre.

Retomo estas ideas por una cuestión muy clara, desde hace unas semanas se ha estado mencionando que estamos caminando hacia una “nueva normalidad”, una normalidad que va adquiriendo tonos y expresiones muy ambiguas, porque, a ciencia cierta no se sabe bien a bien qué significa eso. Esto hace de esa mención un asunto más complejo e indefinido. Porque su rango de compresión, en muchas casos rebasa nuestro nivel de aprehensión. Fundamentalmente por la manera en que se expone esa idea de la normalidad. No es sencillo tratar de definirla, porque nos lanza a un mar de significados y definiciones en extremo amplias.

Para esta entrega he propuesto un epígrafe extenso, que de forma muy clara nos ubica en estas reflexiones y el porqué de su pertinencia. Vamos a proponer lo siguiente para hacer más explícitas estas ideas. Al final del siglo y el milenio pasado, apareció en la escena filosófico-político-ideológica un discurso que se tituló: Posmoderno o la Posmodernidad. Este discurso tenía como propósito central, mostrar las insuficiencias, los inacabamientos, las carencias de la llamada modernidad, fundamentalmente occidental, esto es, Europa. Se mostró de esta forma, porque pretendía hacer un reclamo histórico sobre esas realidades que ese mundo no había cumplido, y cada vez, era más difícil de cumplir. No debemos pasar por alto un asunto clave, Europa vivió dos guerras de signo apocalíptico en menos de 30 años, entre una y otra. Esto significó muchas cosas, entre otras, la fractura cultural, el quiebre estructural de sus bases ideológico-culturales de supremacía, porque los puso al nivel “de lo común, lo cotidiano”. Europa, ya no era más, el centro del mundo, y menos, generador de modelos históricos. Esto llevó a una reflexión y una crítica profunda y severa sobre los modelos, ideas y propuestas que había sido el eje de su supremacía.

En este contexto, se abrió un debate sobre los contenidos que nos ofrecía esa modernidad, es la que vivimos. La aparición de modelos económicos-políticos que tuvieron y tienen un enorme impacto, como el archicitado neoliberalismo. Es en este marco que se han desarrollado las primeras décadas del presente siglo, y las dos últimas del pasado; todo lo que han arrojado al escenario histórico contemporáneo. Podemos hacer una lista sobre esas realidades, pero baste para nuestro propósito mencionar cuatro que son el eje de la actual situación histórico-social: la pobreza acumulada, el retorno de formas de gobiernos conservadores, la intolerancia en múltiple esfera y la devastación ecológica.

Esto quiere decir que, nuestras sociedades están atravesando por un tiempo realmente agudo y devastador. No es cosa del azar, ni gratuito que a estas alturas de los tiempos estemos padeciendo una contingencia de signo apocalíptico, por la virulencia del contagio. Estamos enfrentando como humanidad una serie de fenómenos que si no actuamos ya, para remediarlos, objetivamente sí estaremos viendo escenas que desbordaran la capacidad y la comprensión humanas. Como se ha mencionado en otras entregas, no se desea hacer tremendismos ni exagerar las cosas, pero la ruta de los acontecimientos nos están llevando en esa dirección. Parte de esta agenda, es la recuperación y reconsideración sobre el contenido que debe tener el ser humano en plenitud. Esta es asignatura clave si deseamos ver un horizonte realmente nuevo. Pareciera que hemos olvidado el contenido que tiene y debe tener el humanismo en todas sus expresiones.

Es aquí donde la discusión debe reasumir su verdadero peso. No podemos pensar ni concebir una “nueva realidad”, sino tenemos en el centro, al ser humano. Sujeto privilegiado del cambio y las transformaciones de este mundo. Asumiendo entre otras cuestiones, el pleno respeto por la vida humana, la superación de formas de relación social, donde todavía, se da la explotación del hombre por el hombre; y un elemento de primer orden, la recuperación cabal de la dimensión ambiental, ecológica, sino hay eso, difícilmente podremos abordar una realidad que en sentido estricto se llame, distinta.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Docente-investigador en la Facultad de Filosofía de la UAQ.