Oscar Wingartz Plata*
La creación de la economía-mundo capitalista revirtió de manera radical la tendencia en la distribución del ingreso real, alejándolo de los productores directos en favor de los estratos más altos. Los procesos de desarrollo capitalista implicaron la redistribución y la reubicación de la fuerza de trabajo durante cierto periodo, pero se encuentra mal representado en la imagen del campesino rural desposeído que se convierte en proletario urbano sin propiedad alguna. […] Esto tampoco es accidental o arcaico sino más bien un factor clave de la explotación de esta fuerza de trabajo. Immanuel Wallerstein.
Estamos entrando en la fase definitoria de este proceso electoral, que tuvo de todo, candidaturas que dejaron mucho, mucho que desear, con expresiones estrambóticas, exposiciones plagadas de ocurrencias, promesas sobre paraísos próximos y lejanos, utopías de todos colores. En fin. Un mar de ideas y ofrecimientos, si se analizaran con juicio y sensatez, el asunto se pondría en los márgenes de lo increíble o lo ridículo. Esta fase de la contienda se consolida con la entrega de las constancias de mayoría a los respectivos cargos en disputa. Esto en sí mismo no tiene nada de excepcional, porque es parte del proceso mismo, lo excepcional es y será, qué sigue en el futuro inmediato y mediato. Cuestión clave para todas las agrupaciones políticas.
Este punto lo podemos presentar en dos bloques, los que ganaron y los que perdieron, es de obviedad, que, para unos y otros, el panorama se les muestra de manera muy diversa. Sin pretender agotar la cuestión, ni mucho menos, se debe decir que esta contienda, efectivamente, es un parte aguas en la política mexicana, no sólo por la elección de una mujer a la máxima magistratura del país, sino, por el conjunto de elementos y situaciones que conformaron este proceso. Uno de ellos, la conducta de la oposición, totalmente catastrófica, hasta el punto en que fueron arrasados con un margen pocas veces visto. Eso sólo sucedía cuando estaba en el pináculo de su poder, el otrora poderoso partido de Estado, mejor conocido como PRI. Donde la consigna era el famoso “carro completo”, de ahí en fuera, todo transcurría con cierta normalidad. Tan duro ha sido el encontronazo que una de esas fuerzas políticas ya perdió su registro, el PRD. Muchos lo habían adelantado, en cierto sentido genera una sensación agridulce. En su momento este partido significó la posibilidad objetiva de darle un giro al quehacer político y contender en condiciones de igualdad al partido de Estado, pero a la vuelta de los años se fue enredando en un cúmulo de contradicciones hasta el límite de hacer alianzas vergonzantes con todas aquellas agrupaciones, que una vez combatió con entrega por considerarlas comparsas del régimen neoliberal. Triste despedida de lo que una vez pudo ser, y se quedó a medio camino.
En este contexto, el movimiento que fue atrayendo mayores adeptos y simpatías, y posteriormente se constituyó en una auténtica marea política y social encabezada por el actual presidente López Obrador, con su rotundo triunfo en las elecciones del 2018, es precisamente, MORENA. El partido-movimiento, se ha ido apuntalando de manera impresionante, a partir de una serie de iniciativas, ideas y proyectos que recogen mucha de la inquietud y la molestia ciudadana, hasta el punto de convertirse en vanguardia de esas causas tan sentidas por la sociedad. Guardando las proporciones, se puede decir que su programa de gobierno tiene puntos clave que son el eje de sus acciones, entre otros, la sólida construcción de una auténtica democracia, el combate frontal contra la corrupción gubernamental, el crecimiento material y espiritual del país, retomando los principios y los ideas de los grandes movimientos históricos que ha tenido nuestro país desde su fundación como nación independiente, algo muy importante, promover el renacimiento de la vida pública y social del país, que estuvo hundido durante décadas en una práctica y un uso del poder de manera arbitraria y facciosa, encabezada por gobernantes mendaces, inescrupulosos y deshonestos, que habían hecho de México su botín personal.
Así, pues, el siguiente gobierno con Claudia Sheinbaum a la cabeza, tiene ante sí continuar y profundizar ese programa socio-político, que va cobrando la dimensión de ser un proyecto histórico, por los elementos mencionados arriba. La idea y la dimensión del partido MORENA de cara a nuestra nación hay que verlo y entenderlo como un enorme movimiento de transformación histórico, que debe tocar y revolucionar la vida toda del país. Este proyecto desde esta consideración, es la Segunda Revolución Mexicana del siglo XXI, sin balas ni violencia. Ante esta perspectiva, es de evidencia que se espera mucho del gobierno entrante; porque la misma Sheinbaum lo ha mencionado, construir el segundo piso de la Cuarta Transformación. Esto no es cosa menor, es el magno proyecto que debe consolidar lo hecho e ir más allá. Aquí vendría un cuestionamiento de enorme dimensión: ¿qué más podemos o debemos esperar de este segundo piso de la 4T? Asunto clave, contundente. No es que queramos ponerle demás a este nuevo gobierno, simple y sencillamente, es estar en concordancia con lo expresado, con lo manifestado por sus cabezas visibles. Ni más ni menos.
De entrada, se puede decir, que deben ser más escrupulosos y probos en la selección de la gente que los va a acompañar en la gestión pública federal, en la selección de sus agentes políticos en las cámaras legislativas y en los puestos de mando. No se desea ver el “clásico chapulineo”, que puede lesionar profundamente la esperanza y simpatía de la sociedad. Este debe ser uno de los puntos centrales de los trabajos a realizar. Los compromisos son muchos, requieren de sensatez, juicio, sensibilidad y criterio profundo. Todo esto por el bien de la nación, que lo está y lo ha demandado por décadas.
*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.
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