Desde nuestra América
Desde nuestra América

La pandemia y nuestra América

Los presidentes de Brasil, Jair Bolsonaro; de México, Andrés Manuel López Obrador; y de Nicaragua, Daniel Ortega.

Oscar Wingartz Plata*

Hay algo en lo que es preciso reflexionar: el sistema global no contiene ninguna herramienta para hacer frente a un colapso de esta envergadura sin pérdidas ostensibles. ¿Hay algo en esto de su declive? La respuesta de los estados fue la vuelta al estado de excepción cada vez más general. Pero sin éxito. Ilán Semo

Estimados lectores, ante una contingencia de esta magnitud es obvio que muchas voces, personajes y agentes de diverso espacio hable, comenten y reflexionen sobre ella, entre otras razones, para hacer luz sobre la misma, apoyar, proponer soluciones y de ser posible aportar desde su propia situación; y en el peor de los casos, para engañar, desinformar, calumniar o provocar resentimientos y actitudes negativas o irracionales. Como las agresiones al personal médico y de apoyo en nuestro país. Por cierto, totalmente reprobables y fuera de lugar. En este sentido, quiero proponer una reflexión de orden general, reitero, de orden general sobre este fenómeno en nuestra América.

Si ustedes recuerdan, allá por el mes de enero en América Latina, en algunos países se comenzaron a implementar las primeras acciones de prevención, particularmente en México. ¿Esto qué quiere decir?, que no todos los países de nuestro continente iniciaron estas acciones al mismo tiempo, ni con las mismas estrategias. Esto tiene su razón de ser, no todos cuentan con los mismos recursos para enfrentar esta contingencia en el mismo nivel. Esto, por evidencia, no tiene nada de raro, lo extraño es que muchos no tenían una perspectiva clara de su alcance y virulencia. En este punto, a muchos los tomó por sorpresa. Propongamos algunas ideas al respecto.

Cuando se dio la noticia del nivel exponencial que iba teniendo en Wu-Han, “cuna de la pandemia”, en ese momento se veía con cierta lejanía, y para algunos con cierta displicencia. ¿Qué sucedió? Que comenzó el contagio masivo por la movilidad internacional, el desplazamiento de la gente y la interacción con diversos agentes en diversa esfera relacional. Llegando en su primera etapa a Europa, y con ello el contagio masivo, casos concretos, Italia y España. En nuestra América, el asunto fue tomando tonos más complejos, porque se debía generar una estrategia que hiciera frente a la contingencia en un tiempo moderado. Aquí retomo el epígrafe que pusimos al inicio de esta entrega, ningún Estado estaba y está en condiciones de hacer frente a la enfermedad de manera contundente, frontal, porque, humana y materialmente es imposible. Es decir, este virus tiene su proceso de desarrollo, en consecuencia, implica el despliegue de una enormidad de insumos médicos, así como un ejército médico y de apoyo que, objetivamente nuestros países no tienen.

Así, pues, muchos de nuestros países han ido enfrentando la contingencia de manera muy desigual, sólo por poner tres casos que puedan darnos una idea del asunto, sin pretensiones de exhaustividad. Nuestro México, por medio de la Secretaría de Salud ha implementado una estrategia de contención que fundamentalmente se basa en el aislamiento, el confinamiento social, con ello evitar en la medida de posible la propagación del virus. Esto evidentemente ha tenido su costo, porque, implica la desmovilización y la semiparalización del país en su conjunto; sólo están en funciones, las llamadas áreas estratégicas.

En oposición explícita a lo seguido por México, la querida Nicaragua, ha sido el único país centroamericano que no ha tomado medidas explicitas de contención, es decir, el gobierno encabezado por el Comandante Daniel Ortega no ha parado la actividad social, las escuelas están abiertas, las actividad comercial sigue como si nada ocurriera, la movilidad social se da con normalidad, es decir, no hay una estrategia sanitaria ante la posible propagación de la enfermedad. Es más, están promoviendo la llegada de turistas a la tierra de Rubén Darío. Esto evidentemente, ha creado una inquietud extrema en la región centroamericana, por los sucesos que se puedan generar, a partir de “la inactividad nicaragüense”.

El Brasil, tiene claroscuros muy marcados, empezando, porque la semana pasada el presidente Jair Bolsonaro en plena crisis sanitaria, relevó del cargo al Ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, lo que generó una turbulencia política; entre otras razones, porque el destituido ministro estaba de acuerdo en el aislamiento, así como generar la respectiva estrategia de contención. En su lugar puso en el cargo a Nelson Teich, un médico que viene de la medicina privada, y él sí está de acuerdo junto con el presidente en reactivar la economía, la movilidad social y el comercio.

Con estos ejemplos, nos podemos dar una idea de que esta pandemia tiene tal fuerza y despliegue que es capaz de doblegar a todo tipo de gobiernos, del signo y color que sean. Un asunto que está en el fondo de esta problemática es, los recursos y los insumos para enfrentarla exitosamente. Estos tres casos, en sí mismos son paradigmáticos de nuestra región; y no hemos propuesto más, porque este espacio no lo permite. Una consideración explícita en estas reflexiones, es el abandono que históricamente han vivido nuestros pueblos latinoamericanos. Esto no es ninguna revelación, es sólo cuestión de ir a los libros, y corroborar sus trayectorias y sus avatares en múltiple dimensión. Los modelos económicos implementados en nuestra región, es una razón fundamental de nuestros desastres.

Como bien lo ha dicho el Presidente López Obrador, este evento ha implicado un reto de primer orden para el país, entre otras razones, porque se entregó un sistema de salud hecho pedazos, en ruinas; ante la terquedad de hacer dinero a como diera lugar, lucrando con la salud de la población, sin el menor pudor y recato; y aquí vemos las consecuencias de dichas prácticas. Así, ni más ni menos.

* Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Docente-investigador en la Facultad de Filosofía de la UAQ.