Análisis Desde nuestra América
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La Educación Media Superior, ¿un ciclo ambiguo?

Educación media superior en México
Opinión La Educación Media Superior, un ciclo ambiguo
Foto: Fundación UNAM.

Oscar Wingartz Plata*

Que, del conjunto de esas crisis, dolorosas pero necesarias, ha resultado también, como por un programa que se desarrolla, el conjunto de nuestra plena emancipación y que es una aserción tan malévola como irracional, la de aquellos políticos de mala ley, que demasiado miopes o demasiado perversos, no quieren ver en esas guerras de progreso y de incesante evolución, otra cosa que aberraciones criminales o delirios inexplicables.
Hemos vistos que dos generaciones enteras se han sacrificado a esta obra de renovación y a la preparación indispensable de los materiales de reconstrucción.
Gabino Barreda.

Hace unos días tuve la oportunidad de leer un artículo sobre la situación que guarda la educación media superior en nuestro país, con enorme desazón y malestar, me di cuenta que no ha cambiado nada o muy poco. Seguimos en un círculo vicioso, reiterativo de realidades que no avanzan en una dirección realmente renovadora, o que invite a su transformación. ¿Por qué planteo este asunto? Por una cuestión que nos debería preocupar de forma clara y contundente, este ciclo educativo, en sentido estricto, sigue siendo una etapa formativa, donde los jóvenes deben ir construyendo un conjunto de referentes fundamentales para su vida futura, es decir, para su vida adulta. No es sólo un requisito para avanzar al ciclo posterior, el ingreso a la educación superior, es una etapa clave en el desarrollo de sus personas. Este debe ser un elemento digno de reflexionar en estas consideraciones. Otro punto importante, se refiere al hecho mismo de la creación de este ciclo educativo. Aquí cabrían un conjunto de ideas de primer orden. Planteemos algunas de ellas que son relevantes.

Para ello vamos a retomar al personaje consignado en el epígrafe de esta entrega, el doctor Gabino Barreda. Fue un hombre destacado de la reforma impulsada por el gobierno de Benito Juárez. También, se debe decir que fue un gran reformador en el ámbito que le correspondió dentro del proyecto todo de la Reforma impulsada en la segunda mitad del siglo XIX mexicano. El doctor Barreda, entre otros haberes, tuvo la oportunidad de estudiar en París, y uno de sus maestros fue nada menos que, el ideólogo central del pensamiento positivista, el filósofo y teórico Augusto Comte. Cuya premisa central era la superación de la religión como un momento en el desarrollo humano, vía el conocimiento científico. Consideraba que la humanidad estaba en una etapa muy atrasada de su evolución hacía su plena realización social y material. Así, pues, Barreda vio en la propuesta de Comte el elemento relevante de la superación del atraso mexicano.

No hay que olvidar un asunto complejo, México venía de un conjunto de guerras intestinas que lo habían desangrando enormemente buscando su definición político-económica y social, posterior a la Revolución de Independencia. El artífice y consolidador de este proceso, fue el presidente Juárez, y entre otros asuntos estaba apuntalar el orden republicano. Pero, como todo proceso, la pregunta era ¿cómo lograr esos fines y objetivos? Uno de ellos, era impulsar el ámbito educativo. Es así como Barreda se constituye en el hombre central de la propuesta al formalizar la creación de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP). Una de sus misiones era armonizar las fuerzas sociales, buscando en todo momento superar las pugnas, que habían deteriorado en grado sumo la vida del país.

Estando así este asunto, es de evidencia que los fines y propósitos de la ENP han ido cambiando con el paso del tiempo, hasta llegar a nuestro momento, ahora el punto es preguntarnos ¿cómo avanzar en su desarrollo y consolidación acorde con la etapa que se vive? Tres eminentes teóricos de la educación en el país han planteado una serie de necesidades de primer orden para esta etapa educativa, ellos son: Manuel Gil Antón, Hugo Aboites y Silvia Ortega, donde paradójicamente coinciden con su diagnóstico que se puede resumir en una frase lapidaria: la educación media superior no tiene un perfil propio, en consecuencia, se debate entre ser un ciclo remedial de la formación básica o ser un curso propedéutico para el ingreso a la educación superior. Plantearse una disyuntiva en estos términos ha empobrecido severamente esta etapa escolar. Una de sus consecuencias, es que su enseñanza se hace irrelevante, porque los contenidos que se ofrecen no se consolidan en una perspectiva que genere una visión distinta.

Hagamos un ejercicio en este orden, lo vamos a mostrar a manera de pregunta: ¿cuáles son los contenidos que se dan en el medio superior? Es decir, ¿cuáles son los planes y programas de estudio? También debemos tener claro un asunto, hay una enorme diversidad de subsistemas en el medio superior que hace más complejo este ciclo. Porque se abocan o se enfocan a una gama amplísima de necesidad a subsanar. Ante esta realidad, un asunto que es digno de mencionar, es la dispersión de los contenidos, por tanto, sus desarrollos y perspectivas se desfasan de manera evidente. No es lo mismo cursar un bachillerato “tradicional”, que cursar un bachillerato tecnológico. Cuando un estudiante termina sus estudios, la pregunta es: ¿qué licenciatura seguir y con qué recurso cuento para cursarla exitosamente.

Los perfiles cobran enfoques claramente diferenciados, lo que hace de esta etapa un asunto de definiciones y posibilidades muy complicadas por la dispersión que se tiene. Como se puede ver, hay un enorme reto por delante para este ciclo escolar, que exige un estudio y un análisis puntual y dotarlo de ese perfil pedagógico que tanto requiere, que le de claridad educativa y proyección, y lo haga necesario y pertinente; no ser sólo una etapa en el trayecto escolar.

Una vez más se reitera la necesidad objetiva de estudiar y clarificar por dónde encausar el plano educativo en su totalidad. No se trata, de abocarse a un ciclo en particular, sino, armonizar las diversas etapas escolares, que permita estructurar una idea coherente y renovada de la enseñanza y las necesidades por cubrir, en definitiva, es impulsar la vida del país, con ello relanzar sus energías y construir una nación nueva. Como lo fue en su tiempo la propuesta que impulsó el ideario positivista encabezado por Gabino Barreda y los reformadores mexicanos del siglo XIX. La educación debe constituirse en uno de los ejes centrales del desarrollo de país, que se aboque a ello con sentido claro y comprometido.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.