Oscar Wingartz Plata*
Si seguimos la argumentación del derecho comparado que realizó el PRI, no hay de qué preocuparse con la relección de Alito, el partido garantiza un liderazgo parecido al de Angela Merkel o cuando menos parecido al que ejerce Lula en el PT, lo que no sólo le garantiza una larga vida, sino la certeza que bajo su liderazgo el PRI volverá a retomar el papel de grandeza que una vez tuvo. Pero me temo que, en esta ocasión, aunque Alito vuelva a anunciar su jugada con voz estruendosa no alcanzará lo que promete, y, al contrario, los días del partido están contados y tendrá un triste final que llenará de vergüenza a todos aquellos personajes relevantes del tricolor que no supieron defenderlo con la valentía que merecía una institución a la que le deben todo lo que son. Miguel Ángel Romero Miranda.
Nos hemos permitido exponer un epígrafe que muestra una realidad que para muchos dentro y fuera del priismo ya lo habían anunciado a partir de las elecciones recién concluidas, sobre el futuro político de ese partido, que ya cumplió 95 años en la vida pública del país. Este dato en sí mismo es impresionante, la longevidad que acumuló esa agrupación emanada de la Revolución Mexicana. Esta es una de las tantas realidades que muestra el proceso histórico, en el sentido, “de que nada es para siempre”, aunque se le quiera alargar artificialmente, como es caso de la actual dirigencia priista, encabezada por un personaje, que por sus dichos, acciones y pareceres ha estado en el ojo del huracán, mejor conocido, como Alito.
Este punto no tendría nada de relevante, pero el asunto es que convocó el pasado domingo 7 de julio a la 24ª Asamblea Nacional de ese partido, entre otras cuestiones a tratar, fue su reelección y la modificación de sus estatutos. Ante esto, muchos de los priistas de viejo y mediano cuño, rechazaron tal convocatoria por considerarla fuera de lugar y carente de fundamento. A pesar de la inconformidad expresada, se llevó a cabo, incluso con un intento de “portazo”, que no es ajeno a sus usos y costumbres, así como a sus prácticas partidarias.
A partir de estos elementos, se pueden proponer algunas ideas sobre la situación que guarda esta agrupación política, incluso, en su propio seno han comenzado a sonar las alarmas, por la severa crisis que está padeciendo. Una primera idea es preguntarnos por su permanencia en el ámbito político durante todo este tiempo, una segunda idea es, ¿cuáles han sido sus propuestas y la relevancia de las mismas, de cara a la nación?, una tercera es, ¿cuál su futuro inmediato? Estos cuestionamientos sintetizarían su vida y actuación, desde su fundación. No debemos olvidar un asunto que es clave a estas alturas, el propio proceso histórico, con esto estamos haciendo referencia a la visión que ha tenido sobre las coyunturas y los eventos que ha vivido y enfrentado desde el inicio del siglo XX al presente.
El haber surgido de un proceso armado, le dio una connotación muy particular, porque intentó amalgamar, aglutinar y recoger múltiples expresiones sociales, políticas y económicas, como el dar respuesta clara y contundente a la situación del país, entre otras cosas, rehacerse después de la crisis revolucionaria, asunto en extremo complicado, porque significaba atender los reclamos y las necesidades de un entorno con muchísimas problemáticas y carencias. No debemos pasar por alto que, nuestro México en ese momento era un país eminentemente agrario, la industria como tal, apenas estaba iniciando su proceso de despegue. Esto obviamente implicaba darle un giro a muchas de las necesidades planteadas previamente. Así, pues, las diversas expresiones del priismo desde su fundación fueron teniendo modificaciones, como la reorganización de la sociedad en los tres sectores que lo conformaron: obrero, campesino y popular. El eje ideológico de toda la propuesta fue: el nacionalismo revolucionario.
Con el paso del tiempo, mucho de la idea originaria se fue transformando, las coyunturas mundiales hicieron su trabajo al interior del gobierno y su partido, porque en los hechos eran los mismo. La política clave de este vaivén histórico fue el llamado: Estado de Bienestar que se impuso al final de la segunda Guerra Mundial, y mostró su agotamiento en la década de los sesentas, la expresión de ello fue el Movimiento Político-Social de 1968. Fue el final del modelo económico. Posterior a esta coyuntura, se fueron dando una serie de cambios que desembocaron en la década de los ochentas con el inicio del periodo neoliberal o también conocido, como la etapa privatizadora, con los sucesivos presidentes priistas desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña Nieto, como se dice coloquialmente: “De ahí pa’real.” Todo esto enmarcado al amparo del poderoso partido de Estado, que hacía y deshacía a sus anchas.
Con los elementos planteados, hay una cuestión de fondo que no se ha discutido, la razón profunda de la debacle histórica del priismo. Esto no es un asunto menor, es el núcleo de la discusión, y sería el punto nodal del problema. Aquí cabrían dos planteamientos severos: este partido se fue quedando en el tiempo, junto con sus prácticas y nociones, que objetivamente no cambiaron, simplemente se maquillaron, esto lo podemos ver en sus últimas narrativas, hablando de la democracia partidista, la pregunta de rigor es: ¿cuál democracia? Más bien, lo que había era una subordinación de la militancia ante la dirigencia, la famosa “disciplina partidaria”, todo lo que ello signifique. El segundo elemento es la pérdida absoluta del llamado “ideario revolucionario”. Un miasma ideológico que condensaba una serie de ideas y concepciones político-sociales, que se ponían en juego, según la coyuntura en turno. Lo que “le daba un tono de actualidad a ese ideario”. Pero, en el fondo era una burda simulación más. Así, pues, se debe decir que el tiempo de ese partido ya pasó, se agotó, lo que le queda es salir de la escena política, lo mejor librados posibles, y no estar alargando su agonía, lo único que muestran es un deterioro impresionante ante la sociedad y ante sí mismos.
*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.
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