Crónicas de transparencia
Crónicas de transparencia

Nuestro voto no es un cheque en blanco

Foto: Instituto Nacional Electoral.

Samuel Bonilla.[i]

¿Qué representa para ti votar? ¿Un esfuerzo ocasional para cumplir con un deber cívico? Votar es sólo una etapa –no la primera ni la última– del proceso continuo, cíclico, del ejercicio de nuestra condición ciudadana. Elevando la calidad de nuestro desempeño cívico elevaremos la calidad de nuestra relación con los asuntos de la esfera pública y de sus resultados. No es razonable esperar gobiernos de primera con ciudadanos de tercera.

Por ejemplo, elegir a los representantes de nuestra colonia o vecindario y volver a participar tiempo después para elegir a los siguientes sin habernos involucrado con quienes ya habíamos elegido no tiene sentido, es un acto de participación mecánica, sin mayor compromiso, que expide un cheque en blanco para que las personas electas puedan hacer prácticamente lo que quieran hasta que termine su encargo.

Más allá de partidos políticos y colores, lo que el grueso de los ciudadanos deseamos son buenos resultados en el desempeño de los cargos públicos: honestidad, eficiencia, transparencia, legalidad, comunicación, sensibilidad social, libertad, oportunidades, defensa del bien común, desarrollo social y rendición de cuentas.

Votar nos legitima para ejercer a plenitud nuestros derechos y exigir cuentas en su desempeño a quienes resultan electos. Nuestro voto es un pagaré social que debemos cobrar mientras dure el encargo de quienes hayan ganado las elecciones, aunque no hayamos votado por ellos, porque con nuestro voto contribuimos a legitimar el proceso por el que fueron electos.

En un artículo anterior Jaime Klein nos hablaba del trípode de la ciudadanía: voto, pago de impuestos y control de los representantes. Y explicaba, desde la perspectiva del combate a la corrupción, que el eje del control social ciudadano respecto al quehacer de instituciones y servidores públicos es la información, más la opinión pública y la intervención de las instancias responsables del combate a la corrupción. Porque lograr la transparencia de actos indebidos sin que haya consecuencias deriva en cinismo.

Y cada uno de nosotros tiene su perspectiva, su interés o foco de la función pública en relación con los temas que nos son prioritarios en la agenda pública, de acuerdo con los problemas o necesidades que tenemos. Y en cada uno de esos temas debemos hacer seguimiento, propuestas y exigencias para cerrar la pinza de nuestro voto y que deje de ser un cheque en blanco para oportunistas y abusadores del erario.

La democracia no culmina ni se celebra sólo con tener nuestro pulgar marcado con tinta. La democracia también implica usar la mano completa para formular propuestas, peticiones, planteamientos, preguntas, exigencias y reclamos; y el dedo índice para hacer señalamientos. Llenemos todos nuestros dedos de tinta y avanzaremos en la calidad de nuestra formación ciudadana, de nuestra democracia y de los servidores públicos y de los gobiernos. La democracia no se satisface sólo con elecciones limpias.

Tomemos conciencia de que el Estado sólo está generando las condiciones para votar y elegir, y que poco o nada hace por estimular la participación ciudadana que cierre la pinza en relación con los electos. Entonces las ciudadanas y ciudadanos tenemos que hacernos cargo de ello, generar esas condiciones y ejercerlas a plenitud con los pagarés de nuestros votos.

Lo peor que podemos hacer como sociedad es normalizar la existencia de gobiernos o servidores públicos opacos, cerrados, ineficientes, corruptos e incumplidos. Son nuestros servidores, nosotros los “contratamos” al elegirlos, nosotros les pagamos, nosotros aportamos los recursos para que cumplan sus funciones, nosotros tenemos derecho a exigirles cuentas y buenos resultados. Todo eso está en nuestras manos, no sólo en el pulgar.

[i] Coordinador del Programa Transparencia para Tod@s.

twitter: @transparatodos