Desde nuestra América
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¿Humanos o máquinas? Esa es la cuestión

Imagen: Especial.

Oscar Wingartz Plata*

Fui con mi tarjeta de crédito de siempre para primero ver el saldo de mi cuenta y saber si podía sacar el dinero que necesitaba, pero por desgracia ese día el sensor del cajero automático que tenía que identificar mi tarjeta no funcionaba…
La única opción era introducir la tarjeta en el cajero, teclear el número secreto y así ir realizando las operaciones necesarias, pero Carlos San Juan sufre parkinson avanzando…
Miré a mi alrededor y me di cuenta que no era el único. Que había mucha gente mayor, como yo que estaba desesperada…
Carlos San Juan.

Por esas circunstancias de la existencia, me encontré con este brevísimo relato que les comparto estimados lectores, sobre una realidad que cada día se va haciendo más evidente y acuciante, el impresionante embate de las máquinas en nuestras vidas. El relato en cuestión narra la experiencia de un adulto mayor en España con un parkinson avanzado, que se ve totalmente indefenso ante las máquinas, por una razón que es obvia, desconoce la lógica de esas máquinas, además de su propia condición. No por incapacidad mental, sino por el contexto que envuelve su vida. Muchos se pueden preguntar, ¿por qué no pidió ayuda? Por una cuestión que debe ser sopesada en su justa dimensión, este hombre al igual que muchos adultos mayores y no tan mayores, tiene derecho a ser escuchados y tratados con respeto y dignidad.

Esto quiere decir que este sector de nuestras sociedades, cada día va sintiendo y resintiendo en carne propia la marginación, el desplazamiento, la indiferencia y el abierto desinterés por parte de las instituciones financieras y no financieras sobre sus vidas y necesidades. Este es un asunto cotidiano, el enfrentarse a una máquina, sin posibilidad real de respuesta ni de solución. Hemos retomado este punto por considerarlo relevante y pertinente. Por ello, también el título de esta entrega.

Uno de los problemas más complejos que está enfrentando nuestro mundo contemporáneo es el uso y sobreuso de los procesos computarizados, la informática a escala sobredimensionada. Una de las preguntas es, ¿su implementación a quién efectivamente contempla? ¿los que están inmersos en ella? ¿el resto no cuenta o simple y sencillamente son desechables, prescindibles? Estos cuestionamientos son sumamente pertinentes, porque en el fondo llaman nuestra atención sobre un asunto que sigue en píe, ¿quién son los convocados a esta fase del proceso histórico a escala mundial? Muchos han dado por sentado que “todos están convidados” a esta fase, pero efectivamente ¿es así? Como podemos ver, para que eso suceda cabalmente, todavía falta un tramo muy largo por ser recorrido. No hay que irnos con falsas imágenes, ni con mundos idílicos. Ante este panorama podemos parafrasear a un eminente pensador contemporáneo, el alemán Jürguen Habermas quien afirmó que en algún momento del desarrollo histórico la humanidad entenderá el sentido y el propósito de las máquinas en nuestras vidas. En esta línea de reflexión podemos hacer la siguiente exposición que confirmaría lo dicho.

Carlos San Juan lanzó una petición en Change.org para que los bancos, en el caso de España, brinden una atención humana a las personas de la tercera edad, sin trabas tecnológicas.

Con la aparición de la pandemia, salieron a la luz una infinidad de eventos, sucesos y carencias de diversa índole, incluso se puede hacer un muestreo puntual de todas y cada una de las esferas afectadas por esta enfermedad. De manera contundente hubo tres esferas que fueron trastocadas de forma impresionante: la laboral, la productiva y la educativa. Las tres, exigieron una seria “de reconversiones” de gran calado para poder “soportar” los embates del Covid-19. La pregunta es ¿qué resultados se han obtenido de estas reconversiones? También es evidente, que a estas tres esferas las impacto con diverso grado de modulación. Uno de los saldos de dicho impacto a escala global fue el aislamiento, la atomización, el enclaustramiento de nuestras sociedades. La consecuencia de dichas decisiones se está comenzando a visualizar, una de ellas, ha sido la sobreexposición y el sobreuso de las máquinas, el sobreuso de la virtualidad. Ante estas realidades, las sociedades se han replegado, más por necesidad, que, por gusto, esto es grave, porque, no todas estaban en condiciones de asumir una lógica y una propuesta de esas dimensiones.

Asumiendo estos planteamientos, nuestras sociedades han optado por un estilo de vida que “supuestamente” les agilizaría la existencia, sin tener que pasar por tanta premura ni conflictos, pero una vez, esto no es para todos. Además, de los efectos que ha tenido en la conducta y la subjetividad humana. No podemos perder de vista que estamos hechos para socializar, para el intercambio permanente, en el cara a cara que te da un sentido de la vida, y genera un estar en el mundo, tan necesario y humanamente exigido. Esa es una de las dimensiones más hondas de esta reflexión, sabernos parte de una realidad, con ella convivir y proyectarnos. ¿Acaso los adultos mayores sí lo tienen claro, y las nuevas generaciones ya no lo tienen en su horizonte vital, al estar abstraído y sumidos en la virtualidad?

La experiencia de nuestro personaje -el hombre del cajero automático- debería ser una llamada de atención ante un mundo que va mudando sus coordenadas existenciales, con ello entrando en una atmósfera donde los valores sociales se van diluyendo en formas de aislamiento, deshumanización e indiferencia de muy difícil pronóstico, sobre todo, si tomamos en cuenta que nuestra sociedad requiere y exige con urgencia esas coordenadas de relación y cercanía, para salir del estado en el que nos encontramos, de indiferencia, violencia y carencia del sentido del otro.

* Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.