Desde nuestra América
Desde nuestra América

USA año 2020, ¿Qué viene?

Imagen: Embajada de Estados Unidos en México (https://mx.usembassy.gov).

Oscar Wingatz Plata*

Donald Trump no es accidente histórico, sino una expresión de las profundas debilidades y contradicciones estructurales que aquejan a E U  desde hace siglos. Aquella nación se construyó con base en la aniquilación casi total de sus pueblos indígenas y la esclavitud de más de 4 millones de africanos y sus descendientes. Y su sistema legal e institucional está diseñado para favorecer siempre el interés privado por encima del público. John M. Ackerman.

El martes pasado se realizaron los comicios presidenciales en Estados Unidos con un compás de espera, que para muchos era previsible, y por demás complejos. Este evento muestra claroscuros impresionantemente álgidos y contradictorios. Si tuvieron la paciencia de seguir con cierta atención el proceso electoral en ese país, y sobre todo, a los contendientes en el cierre de la misma, veremos que el asunto condensa una serie de realidades que hacen pensar con toda razón, en un panorama abigarrado y de pronóstico reservado. Ante lo cerrado del resultado en una primera instancia, esta contienda se hace más intrincada.

Cuando se definieron las candidaturas de los sempiternos partidos, el demócrata y el republicano, se desató una batalla feroz, tratando de captar las simpatías y las voluntades de los electores. Esto, en sí mismo, es para un estudio profundo sobre las motivaciones, visiones, aspiraciones y deseos de los votantes, haciendo a un lado “las prédicas electorales” de los personajes en el proceso electoral, el demócrata Joseph Biden, y el republicano Donald Trump, entraron en una pelea verbal, por demás cuestionable. Entre otras cuestiones, la retórica implementada por ambos aspirantes, iba como se dice “in crescendo”, es decir, subiendo de tono, de manera virulenta, perdiendo toda consideración hacia la población en su conjunto. Con ataques y denostaciones a diestra y siniestra.

Un ejemplo de ello, fueron los debates entre ambos candidatos -con la complacencia de los moderadores-, que se enfrascaron en un duelo de dimes y diretes, como si estuviéramos en una arena de box, esperando el golpe fulminante que dejara fuera de combate alguno de los contrincantes. Acusándose, mutuamente de acciones y decires que mostraban escasa objetividad, y sí tratando de impresionar al auditorio. Sobre todo, Trump se vio, en extremo acorralado por el cúmulo de incidencias que tiene tras de sí. Una de las acusaciones más fuertes fue, la manera en que ha manejado la pandemia, y las consecuencias que ha tenido para la población en su conjunto. Asunto en extremo problemático.

Aquí cabe retomar con absoluta pertinencia el epígrafe que hemos propuesto para esta entrega. En efecto, Estados Unidos está atravesando una de sus peores crisis. No es la primera ni la única que va a vivir, en ese sentido se debe decir que, “gratuitamente” se ha metido en ella, sabiendo que es altamente probable que se agudice, uno de los focos de la disputa, es la cuestión racial. El candidato republicano reactivó esa disputa con declaraciones incendiarias y denostativas. Es decir, “echándole más leña al fuego”, generando una espiral de violencia muy peligrosa, por las consecuencias que ello pueda tener.

Por otra parte, es claro que su sistema político-electoral debe ser revisado a fondo, por la manera en que se designa al candidato ganador, esto es, el contendiente que sale triunfador no es por elección directa de los votantes, sino, por la acción de un colegio electoral que designa quién gana. Esta forma abre una duda razonable sobre la importancia de la votación en su conjunto. La pregunta es clara: ¿para que vota la población, si un grupo de notables va a decidir quién es el ganador? Este planteamiento para algunos puede parecer simplista, pero, tiene un margen de certeza explícito.

En todo esto hay un asunto en extremo entreverado, ¿cuáles son los posibles cambios ante un nuevo gobierno?, es decir, si perdiera Trump, como muchos analistas lo han pronosticado, se tendría que reflexionar con mayor agudeza los posibles escenarios que se abrirían. De entrada debemos decir que, es muy aventurado expresar que vaya a ver cambios sustanciales en su política, sobre todo, internacional. Si lo hacemos extensivo para el conjunto de nuestra América Latina, no se ve una modificación que pueda ser considerada benéfica, o al menos, no tan restrictiva. La historia puede corroborar estar aseveración. Son muchos los intereses puestos en todo el continente como para pensar en una posibilidad que vaya más allá de esa misma política. El caso de México es un asunto que se analiza aparte, la colindancia con ellos, la extrema dependencia comercial y económica, el problema migratorio, culturas con matrices claramente diferenciadas. Es decir, Estados Unidos y México, como se dice en el argot popular “se cuecen aparte.”

Como pueden apreciar, estas elecciones tienen un mundo de consideraciones a ser tratadas con mucho detalle, entre otras cuestiones, la recomposición que está viviendo el mundo, y no sólo el país del norte. Otro factor es, ¿cómo tratar con otras naciones con poderío económico y militar?, caso explícito, China. Una nación en plano ascendente con una perspectiva de futuro evidente, porque, ha estado abordando una fase de desarrollo científico-tecnológico y económico a gran escala, lo que les confiere un poder que no habían tenido en el pasado reciente.

Así, pues, podemos ver que esta coyuntura tendrá una margen de complejidad que va ir más allá de las elecciones. Tampoco debemos perder de vista que, el capitalismo está asumiendo una forma de funcionamiento nunca antes vista, por una variable que está presente, la pandemia. Este virus ha reconfigurado la vida toda del planeta, entre otras esferas, la laboral, la productiva, la educativa; todo ello está implicando una serie de ajustes que no se alcanza apreciar con toda claridad, y las consecuencias que puede tener para naciones como la nuestras.

* Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Docente-investigador en la Facultad de Filosofía de la UAQ.