
Teresa E. Hernández-Bolaños
Hace algunos días el Dr. López-Gatell nombró a los refrescos como “veneno embotellado” y los vinculó con el impacto de la COVID-19[1]. Asunto que provocó la molestia de la ANPRAC (Asociación Nacional de Productores de Refresco y Aguas Carbonatadas), la cual no sólo salió en defensa de la industria, declarándose como un sector estratégico para la economía, dijo que sus productos están en la preferencia de millones de mexicanos, y tocó terrenos políticos muy polémicos, retando al funcionario y al gobierno de la República a “encontrar otro enemigo público para responsabilizarlo de la crisis sanitaria por la COVID-19”.
Pero, ¿en realidad lo señalado por el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, debe quedarse en una aclaración de la industria a través de un comunicado?, ¿en verdad los argumentos de la industria refresquera son sólidos y suficientes para deslindarse de responsabilidades en la salud pública?, ¿realmente el Subsecretario tiene razón o busca justificaciones? El asunto generó polémica y removió las aguas políticas y económicas del país. Mucho se ha criticado el mal manejo de la pandemia en México a razón del aumento de muertes y contagios. Sin embargo, debe quedar claro que no sólo es un asunto de gestión de la pandemia (medidas, políticas, servicios o insumos sanitarios), es un asunto de salud pública, de cultura, de hábitos sanitarios, de rezagos socio-económicos estructurales, incluso de políticas públicas sanitarias previas a la pandemia.
Los expertos (OMS, OPS, IMSS) sostienen que la prevalencia de enfermedades crónicas como la obesidad, la hipertensión, la diabetes tipo 2, las enfermedades hepáticas, o los problemas renales están directamente vinculados con una mala y desequilibrada alimentación, consumo excesivo de alimentos industrializados[2] y una vida sedentaria, en ello acierta López-Gatell. También sostienen que la mayoría de muertes por COVID-19 están vinculadas con pacientes con estas enfermedades. México es el país que sufre la mayor mortalidad en adultos jóvenes por COVID-19, de los cuales el 81% padecía estás enfermedades.
En México ha habido un aumento progresivo de la diabetes[3], una de las 10 primeras causas de muerte en el mundo[4], el consumo de refrescos[5] está vinculado con la diabetes y el sobrepeso[6]. Los mexicanos son quienes más refresco consumen en el mundo, en eso acierta la ANPRAC, y quienes más sobrepeso tienen (primer lugar niños y segundo adultos). Es México donde más se producen, Coca Cola es la que más refrescos vende en México, de acuerdo con Euromonitor el consumo per cápita en México en 2018 fue de 105.4 litros. Con lo cual, quizá no haya que desaparecer la industria, pero sí deberá asumir responsabilidades concernientes a su producto, así como el Estado deberá garantizar la salud pública.
Exelente bien documentado. Las refresquera tienen que quitar algunos venenos que ponen en los refrescos y que ellos lo saben años de enfermar al pueblo mexicano y acostumbrados a que ningún gobierno anterior les dijera nada porque a esos gobiernos no les importaba la salud del pueblo mexicano