Desde nuestra América
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Retomando algunas ideas

Cuando Pablo González Casanova fue rector de la UNAM, encabezó la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH). Fotos: Gaceta UNAM y Blog del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

Oscar Wingartz Plata*

Todo grupo social, como nace en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea al mismo tiempo y orgánicamente una o más capas de intelectuales que le dan homogeneidad y consciencia de su propia función, no sólo en el campo económico, sino también en el social y político: el empresario capitalista crea consigo mismo el técnico industrial, el científico de la economía política, el organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etcétera. Antonio Gramsci.

Hace unos días el Dr. Manuel Pérez Rocha retomó una de las propuestas más profundas e innovadoras del exrector de la UNAM Dr. Pablo González Casanova, a propósitos del centenario de vida de este eminente intelectual mexicano. La rectoría del Dr. González Casanova estuvo marcada por una enorme incomprensión por parte de un sector de la comunidad universitaria en su brevísimo paso como cabeza de la máxima casa de estudios de la nación, fue tal actitud de cerrazón que su gestión terminó de manera abrupta a los dos años de haber iniciado de 1970-1972, incluso fue desalojado violentamente de su puesto. Este ha sido uno de los capítulos más oscuros en la vida de universidad, por una serie de incidencias y hechos que se dieron entorno a ese tiempo, por demás, turbulento y accidentado. En ese sentido, podemos mencionar un dato relevante, el Dr. Pablo González llega a la rectoría, el mismo año en que Luis Echeverría Álvarez asume la presidencia de la República. Para los anales de lo paradigmático y lo circunstancial.

Ante un tiempo tan complejo, la idea que retoma el Dr. Pérez Rocha es en extremo pertinente, y se refiere a la propuesta que lanzó el exrector llamada “La Nueva Universidad”, que se materializó en la creación del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) y en la Universidad Abierta, pero que no se agota en estas dos instancias, es un proyecto académico en extremo ambicioso, porque intenta hacer una reformulación estructural de la universidad en diverso rubro, espacio y nivel. El proyecto propuesto debería ser una de las tantas ideas que debieran ser retomadas por las actuales administraciones universitarias, sobre todo, si tomamos en cuenta que hemos pasado por tiempos realmente aciagos, como telón de fondo, una pandemia que desarticuló el quehacer educativo en toda su extensión, al haber pasado por el cierre intempestivo de los espacios educativos, el intento de reorganización en lo escolar y administrativo desde la virtualidad, incluyendo sus quehaceres cotidianos y recurrentes con resultados muy desiguales. El asunto que se está presentando no tiene nada de desarticulado ni estridente, más, si vemos como este sector ha ido navegando en aguas turbulentas. En este punto, hay una pregunta que debemos formular con toda pertinencia: ¿cuál es la relevancia de esa propuesta, como para ser retomada con todo vigor, así como sus alcances?

En este contexto se debe mencionar un evento que se realizó en la Facultad de Filosofía de la UAQ, una actividad académica relacionada con el ser y quehacer de la institución, esta es, la creación del Centro de Investigaciones sobre la Universidad (CIE), dicho con toda claridad, esta idea ya había sido planteada, en la administración del exrector Gilberto Herrera Ruiz. pero las circunstancias y los avatares hicieron difícil, por no decir, complejísima su materialización, y quedó en su sola formulación, con todos los desgloses necesarios, estructura, funcionamiento, investigadores, líneas de trabajo, etc. Como se puede apreciar, ésta debería ser una de las áreas claves, centrales del quehacer universitario, el hecho de que la propia universidad pueda reflexionar críticamente sobre sí misma. Asunto por demás urgente.

Estas ideas eran parte de la propuesta del exrector de la UNAM, la reconfiguración universitaria, entre otras razones, para que respondiera de forma más clara a un tiempo y un entorno en permanente cambio. Una de esas ideas rectoras era que, las instancias creadas, tuvieran una trascendencia cultural, ideológica, política y social de primer orden. A su vez, esta propuesta venía gestándose desde la rectoría de otro eminente universitario, el exrector Javier Barros Sierra que enfrentó la cerrazón gubernamental en el no bien recordado 1968, y las implicaciones que tuvo para nuestro país.

Otro de los elementos centrales de esta propuesta era abrir la universidad, esto quiere decir que, la sociedad tuviera acceso al conocimiento, a la cultura, a los quehaceres y creaciones generadas en su seno. Por otra parte, desburocratizarla, darle dinámica, agilidad institucional, que le permitiera ser una instancia con mayor vida y proyección, quitando trabas y procedimientos que obstaculizaban el acceso a la misma. No ser tan rígida en sus procederes y actividades, con ello impulsar la formación integral de todos aquellos que pasaran por sus aulas y espacios. Esto también quiere decir, fortalecer su esencia universitaria. En concreto, hacer de la vida universitaria un todo articulado, donde sus partes giraran entorno a una idea central, esta es, el conocimiento, la cultura y la sociedad se deberían constituir en un espacio donde todos caben y tienen algo que aportar.

Desde la visión del exrector, uno de los problemas era la enorme disociación de las escuelas y facultades, esto implicaba por necesidad, la atomización de sus quehaceres, recursos y potencialidades, con ello avanzar en una de las máximas contemporáneas, sintetizar el conocimiento en su conjunto, en una unidad articulada, que permitiera incidir de manera más clara, concreta y objetiva en la realidad, con ello poder resolver problemas en diverso orden. Esta son algunas de las dimensiones de la propuesta que tenía el Dr. González Casanova para la universidad, de cara a su tiempo, a su sociedad, y a la misma institución.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.