En Pocas Palabras
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Los cambios en el mercado de trabajo

Fotos: Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Teresa E. Hernández-Bolaños

Recientemente el Secretario General de la ONU, António Guterres, planteaba que ante la pandemia “El mundo laboral no puede ni debe ser igual que antes de la crisis causada por el coronavirus”. Y es que es imposible que así sea, la crisis de salud golpeó duramente al mercado laboral, no sólo en la pérdida de millones de empleos[1], sino que visibilizó la amplia brecha tecnológica de muchos sectores, lo que impidió que muchos trabajadores y empresas pudieran realizar su trabajo a distancia, o que lo hicieran de manera eficiente. Para muchos la tecnología no es una herramienta de trabajo, ni el “Home office” una alternativa. En varios casos cientos de empresas o negocios pequeños desaparecieron o lo harán en poco tiempo, por no poder enfrentar las nuevas demandas de sanidad e inocuidad para seguir operando o por no poder sostener a sus trabajadores con reducción de horarios o limitación de espacios.

Por otro lado, el mundo enfrenta un reto global, la pérdida de empleos alrededor del mundo y la creación de nuevos en el marco digital y las herramientas tecnológicas. Aunado a ello, el planeta se cimbra ante la alta interdependencia de las economías y los mercados de trabajo. Las transnacionales o multinacionales han vivido complejas situaciones para enfrentar las condiciones particulares de las regiones y países donde poseen filiales o parte de sus cadenas productivas. Algunos trabajadores perdieron sus empleos, otros asumieron riesgos para poder responder a las demandas de las matrices o para poder seguir operando ante la caída de la demanda. Uno de los casos más representativos quizá sea el de la industria automotriz[2].

El panorama laboral mundial no es alentador, aunque afecta en mayor medida a los más pobres, no es exclusivo de ellos. Antes de la COVID-19 el mundo tenía que remontar un déficit en el mercado de trabajo, ahora esa brecha es mayor y más compleja, porque habrá que generar empleos distintos y adaptar los ya existentes. La OIT ha reportado que millones de personas han estado trabajando a distancia durante el confinamiento y que el “futuro del trabajo” previsto para los siguientes años se adelantó. El uso de las tecnologías ya no es una opción y está forzando a millones de personas a adaptarse a ellas. Cientos o quizá miles de pymes deberán migrar a plataformas digitales si desean sobrevivir, competir o mantener clientes y empleados.

La adaptación, por supuesto está sometida a las condiciones de rezago que se posean, tal vez donde estas condiciones son ampliamente notorias es en el sector educativo. Miles de maestros carentes de herramientas tecnológicas han tenido que padecer enormes sacrificios para poder continuar con los programas educativos. Por lo que la simple “transición” a la digitalización y las tecnologías no es para todos.  Lo que parece involucrar a todos es la solución, para Guterres habrá que actuar en tres frentes:

  1. Protección inmediata  a los trabajadores, las empresas, los empleos y los ingresos.
  2. Prestar atención tanto a la salud como a la actividad económica.
  3. Echar a andar una recuperación inclusiva, ecológica, sostenible y centrada en el ser humano.

Si no asumimos el problema y lo resolvemos la recesión económica no sólo se prolongará sino será más devastadora.

[1] El informe del Observatorio de la OIT El COVID-19 y el Mundo del trabajo, 3era Edición, reporta la pérdida de 130 millones de empleos a tiempo completo en el primer trimestre de 2020. https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/documents/briefingnote/wcms_743154.pdf
[2] En el caso de México la afectación tanto en la producción como en el mercado de trabajo ha sido determinante. México está entre los 10 países de mayor producción de vehículos, sexto. (Estadística de producción 2019. Total de vehículos http://www.oica.net/category/production-statistics/2019-statistics/). Por lo que impacta en el 3.8 % del PIB nacional y ofrece 980 mil puestos de trabajo. El ranking lo lidera China, seguida de Estados Unidos, quien es también el mayor importador de la producción mexicana (79%). Lo que encadena a nuestro país a la demanda global y los mercados laborales trasnacionales, así como a la desaceleración de la industria pre y post COVID-19.