Mujer de la sospecha
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George Floyd y Giovanni López: El monopolio de la violencia

Imagen: Especial.

Yezica Montero Juárez*

En 1921 Walter Benjamín publicó “Hacía una crítica de la Violencia”, ensayo con posturas referentes a la dialéctica de la violencia del Estado; Benjamin analiza desmenuzadamente la legitimidad de la violencia a través de sus medios y fines. Uno de los temas que abordó fue la figura Policial, cuya “violencia es informe, como fantasmal aparición en medio de la vida de los Estados Modernos”; concluyendo que la Policía dentro de la democracia constituye la mayor degeneración posible del poder, postura solidificada por Jacques Derrida (1997) calificando a la Policía como la “Degeneración Democrática”.

La figura Policial moderna surgió en Francia durante el siglo XVIII, convirtiéndose en la servidora del orden público. No obstante, su historia está plagada de brutalidad policial.

Los medios de comunicación y la sobreviviente libertad de expresión se han encargado de difundir las violaciones a los Derechos Humanos por parte de elementos policiales a ciudadanos. Tal vez el caso de Rodney King en 1991 ha sido el primer registro de brutalidad policial videograbado, mostrando un exceso de fuerza y violencia física hacia el ciudadano King, lo que generó un descontento social manifestado a finales de abril de 1992 en la Ciudad de los Ángeles, California.

Mientras el mundo se encuentra resguardado por la Covid-19, el caso de la muerte de George Floyd demostró que el temor al virus se esfuma cuando la injusticia emerge. Las muestras de indignación y empatía hacia un hombre que clamó por su vida ante la asfixia provocada por un elemento policial y la complicidad de otros, nos hacen reflexionar sobre cuáles son los límites de la violencia monopolizada por el Estado.

En el mismo contexto, el caso de Giovanni López, fallecido después de ser detenido por miembros de la policía municipal de Ixtlahuacán, en el estado de Jalisco, ha provocado que cientos de ciudadanos se manifiesten en la capital jalisciense, donde el efecto dominó desató el exceso de la fuerza policial ministerial, al detener arbitrariamente a decenas de manifestantes.

Retomando las reflexiones de Walter Benjamin, concuerdo con la incapacidad de la figura del Estado para mantener el orden público, pues la Violencia sigue siendo el medio (en términos utilitaristas) para imponer orden, legitimada a través del Derecho. El Estado tiende a monopolizar toda la violencia y trazar límites arbitrarios, no sancionados. La Violencia se crea no para fundar, si no para conservar el Derecho. ¿Y dónde queda nuestro Estado de Derecho?

No se trata de que los ciudadanos fracturemos el monopolio de la Violencia para ejercer esta; sino, manifestarnos ante los actos violentos ya sean físicos o desde el marco constitucional. Por supuesto que suena quimérico pero siempre hay que estar al tanto de los huecos de la estructura; como poner los ojos sobre el fortalecimiento y reconocimiento de los marcos normativos consuetudinarios, fortalecer las relaciones entre las comunidades (conocer a los vecinos, crear redes de seguridad, fomentar la participación ciudadana en temas de seguridad pública). Siempre será fundamental conocer nuestros derechos y obligaciones; para que de esta forma no seamos sujetos de abuso de autoridad. La información no es poder; es un acto de justicia.

*Antropóloga social.

Correo electrónico: [email protected]

Bibliografía

B. Walter. Para una Crítica a la Violencia y otros Ensayos. Colección Iluminaciones IV Taurus. 1998. España.

Derrida, Jaques. Fuerza de ley. Tecnos. 1997. Madrid, España.