Teresa E. Hernández-Bolaños
Las condiciones y características del contexto económico internacional, en la que se ha presentado la actual pandemia provocada por la COVID-19, logró paralizar la actividad cotidiana en todo el mundo y la reactivación está generando grandes cambio; ha frenado la economía global y ha desestabilizado la vida de miles de personas, por lo que se vislumbran francos retrocesos, estancamientos y caídas en los ámbitos económico, político, social, laboral y sanitario. Uno de los ámbitos más golpeados por la crisis sanitaria ha sido el mercado laboral. Ante la pérdida de millones de empleos[1] formales e informales por la caída de la economía mundial, las familias de los más pobres y vulnerables son golpeadas aún más.
Los avances y luchas para superar la pobreza y el hambre en el mundo están hoy amenazados, no sólo para no conseguir las metas[2] previstas por la ONU, sino para sufrir graves retrocesos. Los avances en la reducción del trabajo infantil están amenazados. Durante dos décadas se logró reducir las cifras de trabajo infantil en el mundo, a través de apoyos y programas para garantizar que los niños estén en las escuelas y no en campos laborales de explotación (sin seguridad social y jornadas excesivas de trabajo no regulado). Según datos de la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) el trabajo infantil había disminuido en el 2000 en 94 millones de menores recuperados. Hoy el informe preliminar La COVID-19 y el trabajo infantil: periodo de crisis, momento para actuar[3], señala que este avance sufrirá un devastador retroceso.
A lo largo del informe se explica que a causa de la COVID-19 y como consecuencia de la pandemia se ha presentado un aumento de la pobreza, la migración, el desempleo, la disminución de las remesas, el cierre de los centros educativos, la disminución de los flujos de ayuda, bajos salarios, etc., lo que está obligando a las familias más pobres y vulnerables a forzar a sus hijos menores a ingresar al campo laboral con la intención de sobrevivir a las precariedad en las que se encuentran. UNICEF y OIT (Organización Internacional del Trabajo), responsables del informe, reportan que al menos mil millones de personas que viven en barrios marginales, asentamientos informales, viviendas inadecuadas y trabajan en la economía informal, serán quienes reviertan los avances logrados.
El número de personas en pobreza extrema, continua explicando el informe, puede dispararse de 40 millones a 60 millones, tan solo este año 2020, algunas estimaciones prevén el aumento del 20% de la pobreza extrema para este año. Si consideramos que el trabajo infantil está fuertemente ligado a la extrema pobreza, evidentemente estas cifras llevarán a más niños al campo laboral. Se estima que 177 mil niños y niñas se anexarán a los 3.2 millones que trabajan para la subsistencia, recordemos que la cifras de niños migrantes y en situación de orfandad por la guerra (niños refugiados y desplazados[4]) cada día es mayor. En el caso de México se espera que el trabajo infantil a causa de la pandemia por COVID.19 aumente un 5.5%. Hay mucho por hacer, y la única manera de revertir estas cifras es generar empleos para adultos y más leyes de protección a la infancia.
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