Teresa E. Hernández-Bolaños
En los últimos días hemos estado recibiendo con preocupación los informes del aumento de infectados y muertes por COVID-19 [1]. En estos momentos de crisis y de preocupación generalizada es fácil y frecuente lanzar críticas y culpabilizar a las autoridades de salud y a las decisiones gubernamentales por dicho aumento, haciéndolos responsables únicos y finales. Desafortunadamente, tanto los contagios como la recuperación de los pacientes infectados o el fallecimiento de los mismos, no recae únicamente en las “buenas” o “malas” decisiones, o en las medidas más o menos restrictivas de movilidad o sanidad impuestas por las autoridades en los últimos dos meses. El contexto es mucho más complejo, mucho más problemático.
Ya hemos hablado de la responsabilidad individual y colectiva de quienes salimos de casa. Tomar o no las medidas sanitarias es una responsabilidad que puede costarnos la vida, asegurarse de que toda la población las conozca y las pueda ejecutar es una responsabilidad de la autoridad y del Estado. Al final es una responsabilidad compartida. Por otro lado, el escenario en el que se desarrolla la propagación de la pandemia ha encontrado otros factores que la convierten en letal o que aumentan su letalidad: La pobreza[2], el hambre[3], el desempleo[4], las enfermedades[5] (obesidad, hipertensión, diabetes, vinculadas con el contagio y la muerte), la desnutrición[6], la insalubridad y los malos hábitos sanitarios. Todos ellos son condiciones adversas que fomentan un contagio y mortalidad mayor o una complicada recuperación de los pacientes que logran superar la enfermedad.
Es momento entonces de retomar las asignaturas pendientes, para combatir la COVID-19 o cualquier otra enfermedad que aceche al planeta. Ninguna vacuna puede combatir el hambre, ni reducir la obesidad o la diabetes, quitar la pobreza, enseñarnos buenos hábitos alimenticios o generar empleos. La COVID-19 nos deja una lección más, no sólo urge una vacuna, urge una sociedad más sana, más equilibrada, más equitativa y más justa. Los gobiernos, las autoridades de salud, las empresas, las instituciones, las familias y los individuos deben combatir otras pandemias. Es momento no sólo de exigir al Estado y a la sociedad, acciones a corto plazo, que reduzcan los contagios y controlen la enfermedad. Es momento de exigir y trabajar para que se establezcan sistemas de salud integrales, sistemas financieros solidarios y comprometidos con el desarrollo económico. No tengo duda que la COVID-19 ha evidenciado la necesidad de evaluar y re direccionar el rumbo del sistema capitalista en su conjunto.
[1] Al 26 de mayo, México ya contaba con 74,560 casos confirmados y 8,134 defunciones por COVID-19. En Querétaro teníamos 84 defunciones. Comunicado Técnico. Secretaría de Salud. https://www.gob.mx/salud/documentos/coronavirus-covid-19-comunicado-tecnico-diario-238449
[2] México registró en 2018 una tasa de pobreza extrema de 3.56% (INEGI). El saldo pos COVID-19 deberá aumentar la pobreza extrema considerablemente.
[3] En 2018 había 821.6 millones de personas con hambre en el mundo. El COVID- 19 nos toma con 42.5 millones de personas en la región afectadas por el hambre, según cifras del informe Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2019. (https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/51685/9789251319581FAO_spa.pdf?sequence=6&isAllowed=y).
[4] La COVID-19 tomó a México con 2 millones de desempleados en 2019 que representaban el 3.7%. La OIT (Organización Internacional del trabajo), estimaba para México 2.1 millones de personas desempleadas en 2020, y 2.4 millones para 2021. Estas cifras serán sin duda superadas por el impacto por la COVID-19. (https://www.ilo.org/global/research/global-reports/weso/2020/lang–es/index.htm).
[5] México recibe la pandemia con 35.6% de niños entre 5 y 11 años con sobrepeso y obesidad, con 76.8 % de mujeres con sobrepeso y obesidad y 73% de hombres, También contaba con 8.6 millones de personas diabéticas, 10.3% de la población. Respecto a la hipertensión, teníamos 15.2 millones de personas hipertensas, un 18.4% de la población. (Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018-INEGI/Secretaria de Salud).
[6] En 2018 el 22.6% de hogares presentaba inseguridad alimentaria severa y moderada y un 32.9% leve.
Debe estar conectado para enviar un comentario.