En Pocas Palabras
En Pocas Palabras

Transgénico e importado, el Cempasúchil en México

Foto: Gobierno de México.

Teresa E. Hernández-Bolaños

Una de las festividades más importantes e identitarias de México es sin duda el Día de Muertos, y uno de los elementos fundamentales de las ofrendas en honor a los muertos, por supuesto, es la flor de cempasúchil o flor de muerto. Una flor originaria de nuestro país, cuya presencia en la fiesta y tradición de Día de Muertos o Todos los Santos, se remonta a la época prehispánica. Su nombre proviene del náhuatl “cempohualxochitl” (flor de 20 pétalos), la flor adornó altares, ofrendas y entierros, porque para los Mexicas el color amarillo estaba relacionado con el sol. Desde hace ya varios siglos, la flor de cempasúchil acompaña a los mexicanos y es una de sus flores más tradicionales.

Se estima que México posee o poseía 35 especies o variedades de la flor, de las 58 que se han registrado en América. La flor se siembra en varios estados del país, de los cuales, los más representativos son: Estado de México, Puebla, Hidalgo, Michoacán, Tlaxcala, San Luis Potosí, Morelos, Oaxaca, Ciudad de México, Jalisco y Durango. De los cuales, la producción de Xochimilco en la Ciudad de México, Puebla, Estado de México, Morelos, Jalisco y Michoacán representa tres cuartas partes de la producción nacional. La producción estimada de flor de cempasúchil para el 2020 fue de 7 millones de plantas, y para este 2021 se estima que se duplique a unos 15 millones. El aumento de la producción indica que la flor continúa consumiéndose en el mercado mexicano y que continúa siendo fundamental en las festividades de Día de Muertos del 1 y 2 de noviembre de cada año; pero, al parecer, las semillas para la producción de esta flor tan tradicional, ya no proviene sólo de México, se han venido importando semillas de Estados Unidos, Holanda y Alemania, son semillas mejoradas, manipulada genéticamente, y que ya conviven con las variedades y semillas nativas desde hace varios años.

El consumo del cempasúchil en maceta ha venido en aumento y ya representa el 40% del consumo, sobre el 60% de la flor cortada, pero la mayoría de las semillas que se usan para macetas son importadas, así lo ha reconocido el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de semillas (SNICS). Los agricultores están importando semillas mejoradas provenientes del mercado extranjero de Estados Unidos mayoritariamente. Por su parte, el Consejo Estatal de Productores de Plantas Ornamentales en Morelos (CEPOMAC) ha declarado que “casi” el 100% de las plantas de cempasúchil producidas en México provienen de semillas de importación. Muchos productores de Xochimilco en la Ciudad de México, están importando semilla de Estados Unidos y Holanda; sin embargo, declaran los agricultores, no pueden volver a sembrarla y deben adquirir nueva semilla, también explican que las semillas mexicanas en ocasiones son menos fuertes y tiene dificultades en el brote, de ahí que no pueda competir con las variedades transgénicas.

Pero, la importación de semillas transgénicas y la paulatina desaparición de las variedades nativas de cempasúchil no es el único problema que enfrenta México con su flor de muerto, otro es que ha dejado de aparecer en la lista de los principales productores del mundo, del cual fue líder. Porque si bien, la producción abastece la demanda nacional de flor en época de Día de Muertos, México no es competencia mundial en la producción de flor para abastecer la industria alimentaria, que destina la flor para alimento de aves para pigmentar la carne y el huevo, para hacerlo más atractivo para el consumidor. Hoy, China se ha convertido en el principal productor de cempasúchil para uso industrial, produciendo tres cuartas partes de la producción mundial, seguida de la India y Perú, según un estudio elaborado por la UNAM.

Bajo este panorama, parece que México no sólo debe recuperar las semillas nativas del maíz, sino también las de cempasúchil, y volver a tomar un lugar en la producción de la flor en otros mercados, no sólo para consumo animal, sino también para el consumo humano. Lo que implica proteger la flor de herbicidas o manipulaciones genéticas que no lo hagan apto para el consumo humano y que se controle también la inocuidad de la flor que se usa en la industria alimentaria animal, porque después de todo será alimento de humanos. Pero, como siempre, la mejor opinión es la de Usted.