Análisis Desde nuestra América
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El mundo de cabeza

Embajada de México en Ecuador
Opinión El mundo de cabeza
Imagen difundida por la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México.

Oscar Wingartz Plata*

El asalto a una sede diplomática no es una decisión tomada a la ligera. En ella intervienen las fuerzas armadas, los empresarios, partidos políticos y los miembros del gobierno. Se manejan y miden al milímetro sus repercusiones. Ello nos lleva a pensar que la irrupción policial ecuatoriana en la embajada de México en Quito, no ha sido un arrebato, sino una acción planificada. Si consideramos que el actual presidente, Daniel Noboa, es un advenedizo, cuyo único mérito, si se puede considerar mérito, es ser hijo de Álvaro Noboa, empresario, cinco veces candidato a la Presidencia, y cinco veces derrotado, deja poco lugar a duda. Por consiguiente, podemos inferir que es el padre, quien ejerce el poder en la sobra, controlando a voluntad a su hijo, actual inquilino del palacio de Carondolet. Marcos Roitman.

En una entrega previa, habíamos comentado que la América Latina es un continente muy activo y con enorme bullicio. Lo acontecido en la Embajada de México, el pasado 6 de abril, en la capital de Ecuador, Quito, lo muestra una vez más. Son de esos eventos que no queremos ni deseamos ver, por múltiple razón. El asunto en cuestión, es el asalto violento por parte de la fuerza policial con el apoyo del ejército ecuatoriano a nuestra sede diplomática. Se ha comenzado de escribir y reflexionar sobre lo sucedido desde diverso plano, un elemento común es el rechazo a tal medida, no sólo por su carácter violento y arbitrario, sino, también, porque rompe con todo el derecho internacional y las leyes que sustenta, como la inviolabilidad de una embajada o un consulado.

En este orden, hay una serie de elementos a contemplar en este suceso, el primero es, ¿quién ordenó tal acción? Es evidente que fue la cúpula del gobierno ecuatoriano, encabezado por su presidente Daniel Noboa, no fue la decisión de agentes menores, sobre todo, por la magnitud del acontecimiento. Aquí cabría hacer mención que no es la primera vez que vemos este tipo actos en la escena latinoamericana, vamos a mencionar uno, por ser emblemático de lo que no se debe hacer. Este ocurrió el 31 de enero de 1980, en la embajada de España en la capital guatemalteca, en ese momento quién detentaba el poder, era el general Romeo Lucas García, que sin consideraciones de ningún tipo quemó la sede diplomática, con un saldo de 37 personas fallecidas. Son de esos eventos realmente espantosos por su dimensión y crueldad. También es pertinente comentar que todo eso sucedió en un entorno álgido y violento, por la agitación social que se vivía en Guatemala, entre otros, la presencia de la URNG-MAIZ (Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca), como su nombre lo dice, aglutinaba a las diversas fuerzas guerrilleras activas, con una base social amplia, que enfrentó el poder del Estado, y cuyo saldo final fue muy doloroso para esa nación centroamericana, entre otros cosas, por la represión que se desató sobre la población en su conjunto, sin miramientos de ninguna naturaleza.

Retomando este asunto, es menester considerar los planteamientos que nos hace el autor del epígrafe propuesto, Marcos Roitman, cuando afirma que el asalto a una embajada es un acto concertado entre las autoridades del más alto nivel que lo va a perpetrar, para el caso, el gobierno ecuatoriano. En este sentido, ese gobierno ha expresado una serie de “explicaciones” que pretenden justificar sus actos, pero el punto es que no les alcanzan tales explicaciones, por una razón muy sencilla, no tienen un fundamento legal sólido, son excusas simplistas que se pueden rebatir con la ley internacional en la mano, “su argumento fuerte”, es que iban por un funcionario de la administración del expresidente Rafael Correa acusado de peculado, el expresidente de la República, Jorge Glas, asilado en la embajada mexicana. Esto en sí mismo, no tiene fundamento alguno, porque es el gobierno mexicano quién decide a quién sí y a quién no le otorga el asilo, en consecuencia, lo que afirma la cancillería y el gobierno de Ecuador, carece de un sustento sólido.

Por otro lado, este tipo de eventos, no deberían darse en nuestra América, entre otras cuestiones, porque son más las cosas que nos unen, que las que nos separan. Estos hechos exponen una serie de carencias, limitaciones y taras que todavía no podemos deshacernos, como el no generar una auténtica comunidad latinoamericana y caribeña. Esto en sí mismo, es un pesado lastre histórico, que nos deja un margen muy estrecho de relación y entendimiento. Eso deberíamos dejarlo en el pasado, como diría el eminente filósofo mexicano Leopoldo Zea, debemos ser esa unidad desea y anhelada por Simón Bolívar, y no estar metidos en pleitos que en nada abonan a la construcción de esa patria común, también pensada por José Vasconcelos.

Sobre estos elementos, hay un asunto que no debemos perder de vista, la propia situación ecuatoriana. Para nadie debe ser un misterio que, pasaron por un proceso electoral muy convulso, al ser asesinado unos de los candidatos a la presidencia, Fernando Villavicencio, el 9 de agosto de 2023. Es de evidencia que un acto de tal envergadura enrareció el clima político, entre otros asuntos, porque la inestabilidad política ha sido una de sus notas permanentes, a la salida del expresidente Rafael Correa. En este punto, retomaríamos un dato clave, su propio proceso histórico, de la independencia al presente, los ha marcado, al igual que el resto de nuestra América. No es una insistencia menor, porque ahí es donde encontraremos las razones profundas de su proceder. En este contexto, se puede decir que fue una imprudencia política y diplomática por parte del gobierno encabezado por Noboa, al no calibrar en su justa dimensión las consecuencias de un acto de tal magnitud. Sus problemas internos no deben nublar su juicio en el nivel internacional, y menos, llegar a esos extremos.

Terminaríamos esta entrega parafraseando al autor del epígrafe propuesto en el siguiente sentido: No puede la comunidad internacional ser omisa ante un hecho de tal gravedad, entre otros aspectos, porque afecta y rompe con las más elementales formas de convivencia internacional, uno de ellas es respetar el derecho que cobija a todos los países. La respuesta debe ser clara, contundente y expresa; como el castigo a los implicados en esas actuaciones, además de que no se pueden simular las sanciones, de no ser así, como dijo el expresidente Correa, cualquiera puede allanar una embajada de cualquier forma sin que haya de por medio sanción alguna.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.

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