Desde nuestra América
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Educación Superior y Covid

Imagen: Especial.

Oscar Wingartz Plata*

En lo que se refiere a los principios y fines que orientaron ambas propuestas, éstos coinciden ya que al verse obligados los nicaragüenses a recuperar las experiencias educativas latinoamericanas, encontraron en Freire un pilar fundamental. La razón de esto es que la propuesta freiriana permitía desarrollar procesos educativos adecuados a las necesidades sociales, económicas y políticas de los nicaragüenses. Por ejemplo, en los dos casos se consideró al proceso educativo como uno de los productos de las prácticas sociales de los sujetos que intervenían en él. Eurídice Sosa Peinado.

El domingo 22 de noviembre pasado, tuvimos conocimiento de una noticia que llama a la reflexión por los contenidos que muestra. Algunos de ellos son graves y complejos. Para contextualizar proponemos los siguientes elementos: en el marco del 5° aniversario del Dr. Enrique Graue, como rector de la UNAM, se presentaron estos datos, el 20% de los alumnos de ésta universidad, están en riesgo de abandonar sus estudios provocado por la pandemia; esto es, 7 de cada 10 estudiantes, es decir, 252 mil de un universo de más de 360 mil, no tienen acceso a internet en sus casas, eso los imposibilita el tomar clases en línea. Considero que esta cifra puede ser más elevada. A pesar de que se han implementado algunos programas como el préstamo de 1 200 máquinas, el acceso a conectividad, esas mediadas han sido totalmente insuficientes para cubrir las necesidades del estudiantado. Aquí es donde vienen las reflexiones.

Sin ánimo estridente ni desproporcionado se debe decir que esta contingencia ha puesto sobre la mesa, una vez más, de manera explícita, las limitaciones estructurales que tiene nuestro país en diverso rubro y espacio. Cuando se dio la orden de dejar las aulas e iniciar el confinamiento, algunos estudiosos y analista en materia educativa vieron con claridad las complejidades que iba a enfrentar este sector, entre otras cuestiones, la premura de la decisión tomada. Literal, de la noche a la mañana se cerró la actividad escolar de manera presencial, y todo mundo a su casa, sin ninguna mediación que atenuara el impacto de dicha medida. Millones de estudiantes de todos los niveles educativos entraron en una dinámica, que con el paso del tiempo está mostrando las carencias que se tienen, una de ellas, tomar clases en línea. Estamos hablando del conjunto del estudiantado, no de segmentos ni porciones del mismo.

En este punto se impone un planteamiento absolutamente necesario y pertinente, la escuela es para todos, no sólo para el que tenga las posibilidades de estar en ella o cubrir con sus requerimientos. Si lo ponemos en esos términos, de unos sí y otros no, estaremos negando desde su base el derecho a estudiar para el conjunto de la población. Es aquí donde ponemos el énfasis sobre la gravedad de esta contingencia. Paradójicamente, este evento, parecería que nos colocara de golpe en tiempos pasados, esto es, aquellos tiempos donde el que tenía los recursos estudiaba, y el que no, pues, no. Estas son las complejidades de un tiempo azaroso.

Por otro lado, hay un asunto que se ha comentado de diversa forma, las implicaciones que tienen estas estrategias didácticas, en el fondo, es sólo una, la clase en línea. Evidencia una serie de realidades que van rebasando la capacidad de los actores involucrados en esta trama educativa, el estudiantado y el profesorado. Teniendo que trabajar a contracorriente, en un contexto por demás agudo, por los elementos ya planteados. Se está en un vaivén muy pronunciado, entre otros aspectos, por la “volatilidad” de las herramientas cibernéticas, esto es, si no se tienen condiciones mínimas, es muy difícil llevar a cabo la labor, o sólo de manera fragmentada. Eso lo hace más complicado. No se pretende ser reiterativo o “jalar agua para el molino propio”, como se dice coloquialmente.

Una cuestión que no debe soslayarse o querer pasar por alto, es la problemática concreta que ha generado esta coyuntura en el sector educativo. En este orden, retomaría una idea que está plasmada en el epígrafe de esta entrega, las propuestas educativas generadas en nuestra América, a partir, de dos procesos sociales, el brasileño y el nicaragüense, donde uno de sus ejes centrales era todo el plano educativo, como condición necesaria de superación de la extrema dependencia de los Estados Unidos. Entre otros objetivos a alcanzar, la reconversión científico-tecnológica que implicaba una remoción impresionante, no sólo de los procesos productivos, sino una revolución mental donde los sujetos entendieran las implicaciones de dicha reconversión, al pasar de sociedades preeminentemente agrarias, a sociedades con cierto nivel industrializador. Ello exigía, una planta productiva educada y entrenada para esos cambios, es decir, una reconversión de la enseñanza en diverso nivel y modalidad. Así, pues, la evolución del capitalismo nos ha traído al momento en que nos encontramos en esta nueva fase de su desarrollo, bajo la lógica de la informática, con un ingrediente reiterado, el consumo dependiente de la misma. Este es uno de los ángulos más complejos de la asunción de esta etapa del capitalismo, que nos ubica a medio camino, sin una idea acabada por dónde transitar, sin perder rumbo.

Como pueden apreciar, este asunto que se viene comentado implica un trecho muy largo en la reflexión, la pandemia ha puesto ante nosotros un conjunto de realidades que objetivamente se están constituyendo en una disyuntiva comprometedora, porque, “no todos están llamados al banquete de los grandes procesos de transformación en este siglo XXI.”

La educación superior debería ser la primera en preguntarse para dónde ir, con qué herramientas trabajar, qué ruta tomar, en definitiva, ser propositivos y críticos. Este ha sido uno de los tantos problemas que ha enfrentado el asumir como “hechos consumados” determinadas prácticas, discursos y visiones sin tener los deslindes pertinentes que oriente nuestros quehaceres en el futuro inmediato.

* Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Docente-investigador en la Facultad de Filosofía de la UAQ.