Análisis Desde nuestra América
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¿Debates?

Debata presidencial INE
Debates, columna de opinión.
Imagen del primero de los tres debates presidenciales 2024, el pasado 07 de abril, organizado por el Instituto Nacional Electoral (INE).

Oscar Wingartz Plata*

En nuestros días la lucha por el poder se libra metafórica y literalmente cuerpo a cuero. Se descalifica al adversario mintiendo de manera impune. Atribuyendo a ellos características negativas que ya no importa sin son ciertas o no, sino simplemente calculando sus posibles efectos destructivos. En nuestros días se agrede a las personas cuestionando su ideología, origen, entorno social y familiar o simplemente criticando su aspecto físico. En el catálogo de temas perseguidos por los equipos electorales, ocupa un lugar destacado la búsqueda incesante de reales, o mínimamente creíbles, conductas indebidas, las cuales son altamente ponderadas por su capacidad letal. Hugo Casanova Cardiel.

Nos encontramos inmersos en el proceso electoral rumbo a las elecciones federales y estatales, donde van a ser votados los diversos cargos en juego. La Presidencia de la República, las senadurías, diputaciones, presidencias municipales, y demás puestos de elección popular. Como parte de este proceso se ha impuesto que los contendientes comparezcan ante la ciudadanía, previo a la jornada electoral, con los llamados debates. Donde se pretende expongan sus programas, proyectos, ideas y visiones sobre país en el futuro inmediato o mediato, tanto de orden nacional como local. Es a partir de esos ejercicios que deseamos plantear algunas ideas sobre los mismos.

La primera idea es preguntarnos sobre el formato de estos debates. Esto puede parecer irrelevante, pero no, por una cuestión que se ve a todas luces, es tan acartonado y de una rigidez que, si realmente se quiere decir algo en serio, se diluye inmediatamente, porque no hay tiempo ni espacio para proponer cosas medianamente explicadas. Se van diciendo cosas de manera atropellada, muchas de ellas hasta de forma incoherente para “no agotar el tiempo asignado”, conclusión, un desorden terrible de exposiciones. Ante eso, se puede hacer muy poco o nada.

Por otra parte, están “los moderadores”. Gente que también la meten en esa dinámica, y van haciendo las cosas de forma acelerada, mostrando actitudes impositivas y autoritarias, pidiendo se cumplan las formalidades a como dé lugar. Estos personajes (los moderadores), muchos de ellos, muestran de manera velada y no tan velada, sus fobias, filias, enconos, simpatías hacía “x” o “y” candidato, eso carga más el ambiente, de por sí ya muy cargado. Es importante este punto, porque son poquísimas las ocasiones en que se pueden ver y escuchar a los candidatos. Entre otras razones, porque los mítines a ras de piso son muy atropellados, tratando de cubrir el mayor terreno posible, si las condiciones del lugar, plaza o espacio no son propicias, eso se vuelve muy complejo. Por ello es importante que ese formato de debate sea revisado con mayor cuidado.

En este sentido, entramos en una cuestión realmente álgida, “la dimensión de los debates”. Entrecomillo esa frase, porque apela directamente a la cultura de los participantes en sentido amplio, a su formación política, así como las intenciones de los partidos que los postularon. Muchos de ellos, siguen guiones previamente ensayados, hacen ver los debates como una querella de ministerio público, y no un intercambio de ideas en serio. Decíamos que estos ejercicios muestran quienes son los aspirantes y sus formaciones. Se supone, que estos eventos tienen un carácter democrático, de civilidad, para que la ciudadanía vaya formando su juicio de cara a las elecciones. Pero, no es así. Pareciera que todo se confabula para que los resultados de dichas prácticas sean exactamente lo contrario. Empezando por el nivel que muestran los candidatos, en muchos está claramente diferenciado, unos sí tienen clara idea de lo que están proponiendo, otros, más bien, expresan ocurrencias, al hacer una serie de ofrecimientos que difícilmente se van a concretar o mínimamente cumplir. Como dice el refrán: “Prometer no empobrece.”

Por otra parte, entran en confrontaciones verbales, que no tienen razón de ser, como el hecho de endilgarse dichos, actuaciones o expresiones que en nada abonan al debate, y sí lo empobrecen. Muchas de estas confrontaciones, rebasan con mucho, el respeto mínimo para poder intercambiar propuestas con seriedad. “Las estrategias de debate” que ensayan, poco aportan, esto hace tedioso seguirlos, así como tratar de visualizar sus propuestas con detalle. Porque se enfrascan en una serie de “dimes y diretes”, buscando con ello provocar o ridiculizar al oponente. Por ahí no va el asunto.

Un ejemplo de esto fue el debate por la jefatura de la Ciudad de México el domingo próximo pasado. Donde el panista Taboada como la morenista Brugada se metieron por esa ruta, y poco quedó para discutir sobre las propuestas y la viabilidad de las mismas. En el extremo, estuvo el candidato del MC, Chertorivski, haciendo una serie de ofrecimientos que difícilmente se pueden concretar, como remodelar totalmente una de las arterías más concurridas de la ciudad, el Viaducto Río de la Piedad. Entre otras razones, por el costo de esa obra. En este tenor se debe decir que, todos y cada uno de los ofrecimientos involucran una cantidad ingente de dinero, porque no son obras menores, más, para la Ciudad de México, que está impresionantemente poblada. Taboada hizo un ofrecimiento muy riesgoso, al decir que va eliminar las ventanillas de atención a los ciudadanos, con ello eliminar la corrupción que se hace en ellas. Aquí la pregunta es: ¿qué pretenden hacer con los desempleados que genere esta decisión? Porque no son pocos, es una cantidad respetable los trabajadores en el gobierno de la capital.

Así pues, hay que exigir más seriedad, más equilibrio, mayor reflexión a los candidatos en general. Porque la forma de los debates como están organizados, son muchas cosas, menos debates. Como ciudadanía, nos interesa saber cómo van a solucionar problemas concretos, como el abasto de agua, el mejoramiento de los servicios públicos, la seguridad; así como elevar el nivel de vida de comunidades. Sin estridencias, ni exageraciones, ni excesos verbales.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.

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