Desde nuestra América
Desde nuestra América

¿Alguien se sintió aludido?

En enero de 2019, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, recibió a su homólogo español, Pedro Sánchez. Foto: https://lopezobrador.org.mx/

Oscar Wingartz Plata*

En México y España existen lecturas contrapuestas sobre temas como la Conquista o el papel de las firmas españolas. Ellas están muy alejadas de las “narrativas compartidas” que anhelan las autoridades españolas. Para éstas, “la imagen y el prestigio de España está estrechamente vinculado al de sus empresas”, cuya presencia en ALC es prioritario “preservar y reforzar”.
El riesgo de asociar la “marca España” a las cuestionables acciones de empresas denunciadas por abusos, corrupción o expolio es evidente. Interpretar las acciones soberanas de otros gobiernos como ataques a España es erróneo.
No hay nada en las palabras de López Obrador que amenace los intereses del pueblo español, que no obtiene ningún beneficio de las ganancias de esas empresas. Arantxa Tirado Sánchez.

Hace unos días el presidente López Obrador planteó la pertinencia de hacer “una pausa” en las relaciones con España. Acto seguido, se vino una catarata de opiniones, expresiones, comentarios, dimes y diretes sobre lo dicho por el presidente. Esto no es nuevo, es parte de una discursividad que tiene tonos complejos y en algunos momentos agudos, por una razón que salta a la vista, la forma en que los españoles ven y conciben a sus excolonias, así como los procesos seguidos después de la independencia continental e insular en la América Latina. No es una historia reciente, tiene una larga data, eso hace más compleja la visualización de lo presente. Tampoco es un misterio, la forma en que los sucesivos gobiernos españoles se han relacionado con nuestra América, y no se diga, la manera en que las compañías, las industrias, los consorcios que se establecen en nuestro continente. Poderosa herramienta es la historia.

No debería enturbiarnos un evento de esta naturaleza, más bien, debería ser parte sustancial de la comprensión sobre nuestras realidades y cómo enfrentarlas. En todo esto hay un dato relevante, no es la primera vez que se dan este tipo de “incidencias”, son parte de una historia de encuentros y desencuentros con la llamada “matriz cultura”. Se ha escrito, dicho, argumentado, expuesto con profusión que significó y significan esos desencuentros que vienen de un hecho nada grato para nuestro continente, la conquista y colonización de América Latina. Un evento que sigue evocando un sinfín de imágenes, ideas y valoraciones de toda índole. Es así, porque no fue un “incidente aislado” en nuestras historias. Este evento marcó a sangre y fuego el futuro desarrollo de nuestros pueblos. En este sentido, propongo una cita elocuente de uno de nuestros grandes intelectuales, el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva, en su magnífico texto titulado El desarrollo del capitalismo en América Latina donde expone lo siguiente:

…con el fin de determinar en qué consistió esa debilidad inicial, que en nuestro caso se identifica con la “herencia colonial” y la configuración que a partir de ella fuero adquiriendo las nuevas naciones en su primera etapa de vida independiente. Pues es claro que la plena incorporación de América Latina al sistema capitalista mundial, cuando éste alcanzaba su estadio imperialista en el último tercio del Siglo XIX, no ocurre a partir de un vacío, sino sobre la base de una matriz económico-social preexistente, ella misma moldeada en estrecha conexión con el capitalismo europeo y norteamericano en su fase protoimperialista[1]

Esta cita en sí misma nos pone de cara ante el planteamiento que se viene proponiendo, este es, los saldos de la colonia y la independencia, no los hemos superado del todo. En esta dirección hay una idea que expresaba otro eminente intelectual, el filósofo mexicano Leopoldo Zea al decir: “Todo pueblo que ha pasado por un proceso de conquista y colonización, difícilmente sale de esa condición”. Esto nos hace ver la compleja relación entre el dominado y el dominador, que no se borra tan rápidamente, entre otros aspectos, por los sustratos que subyacen en la conciencia histórica y en las condiciones materiales de los pueblos.

De manera clara el presidente se refirió a las relaciones que establecen esos grandes consorcios en nuestros espacios, muchas de ellas, tienen un tono colonial y depredador. Entre otras cuestiones, porque abarcan un arco muy amplio, que van de la banca a los sectores productivos más rentables y ventajosos. Como se puede apreciar, la idea planteada por el ejecutivo va en una dirección muy precisa, ubicar en su exacta dimensión cuál debe ser las relaciones con esos sectores, sus alcances y requerimientos. Es en este punto donde se engarza el planteamiento mostrado con la cita propuesta y los dichos del presidente. No podemos ni debemos seguir en la lógica del mayor beneficio, que única y exclusivamente lo obtienen agentes foráneos. Esto incluye, al resto de los países que tienen una relación comercial, productiva o extractiva en nuestra nación y en América Latina.

La lógica del capitalismo en esta fase de su desarrollo, sintetiza y aglutina diversas formas de relación y acercamiento con las fuentes de recursos naturales y energéticos, lo que implica una redefinición de esas relaciones como lo está proponiendo el presidente. Ese es el núcleo de la cuestión, y no como se ha afirmado una ruptura con España como pueblo.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.

[1] Cueva, Agustín, El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Ed. Siglo XXI, 1988. p. 11.