Oscar Wingartz Plata*
Iniciamos esta entrega con un epígrafe que es una referencia al asunto que nos mueve en esta ocasión: el uso del dinero público en nuestro entorno. Cuestión por demás álgida, compleja y reiterativa. Con esto queremos decir que ya se hizo parte de “nuestra cultura e idiosincrasia” el manejo de recursos públicos de forma “sui géneris”, por decir, lo menos.
Debemos decir que esta cuestión en el fondo es un problema ético, educativo, cultural, y de probidad. Se afirma esto, porque, la administración pública es un servicio que se hace a la ciudadanía, y en consecuencia es un bien supremo.
Todo esto viene por las declaraciones que emitió en febrero pasado el gobernador del estado, Francisco Domínguez, en relación con el presupuesto universitario, al decirle al Rector y a la comunidad universitaria que “están hechos bolas con los números”. La pregunta de rigor es, ¿quiénes están hechos bolas con el dinero y el uso que se tiene que hacer del mismo?
Como se comentaba arriba, el uso del dinero “históricamente” ha sido un problema entre nosotros, no es nada nuevo, sólo es cuestión de hacer un somero repaso por todas y cada una de las administraciones públicas federales y estatales en los últimos 30 años. La que ustedes deseen, y verán con toda claridad lo que estamos comentando.
La crisis de la humanidad no viene, pues, por generación espontánea. No cae del cielo. Se anuncia claramente bajo las ideologías de las “economías abiertas”, del nacimiento del “Nuevo Orden Mundial de Bienestar”, del advenimiento del “fin de la historia”, de la muerte supuestamente de “los grandes relatos universales”, en donde estarían según ellos, la ética y la moral. Francisco Pinón Gaytán.
Para nadie debe ser un misterio que la administración pública tiene sus “lógicas, “sus procederes” y “sus ‘resquicios” en la forma en que usa y administra el dinero, es decir, la autoridad ha hecho de los presupuestos federales y estatales una fuente de poder al ocultar, simular y pretender transparentar su uso. Este simple hecho hace en extremo complejo y hasta indescifrable saber con exactitud y claridad qué pasa con el presupuesto federal. Un ejemplo de esto, son las partidas presupuestales que se asignan anualmente para las diversas instancias, secretarías, dependencias y departamentos que tiene la federación y los Estados. En todo este maremágnum están las universidades públicas, que se les asigna un presupuestos en función de una serie de parámetros y requisitos que si unos los analiza con cuidado y detalle son un verdadero galimatías, por la cantidad de detalles y minucias que tienen que pasar nuestras universidades, en este orden, podemos mencionar algunos aspectos de este asunto: parte del presupuesto que se le asigna a las universidades están en relación directa con el número de estudiantes que atiende, la dimensión de su planta docente, su infraestructura instalada y su proyección de crecimiento, si es que la hay.
Con estos elementos nos podemos dar una idea de lo complejo y oscuro que es asignar el presupuesto universitario. También hay que tomar en cuenta la trayectoria y el peso que tienen las universidades en su conjunto, porque no es lo mismo asignarle presupuesto a la UNAM, a la UANL, que asignarle presupuesto a la UAN o a la UAH. La sola enunciación de este punto le confiere un sesgo muy concreto a los presupuestos. Estando así el asunto, la pregunta en términos concretos es: ¿cómo deseamos que haya un desarrollo armónico de nuestras universidades si los presupuestos que les asignan vienen precedidos por un sinnúmero de “consideraciones” de diverso orden y nivel?
Por otro lado, está la supuesta fiscalización que se hace del presupuesto federal, esto en términos reales es kafkiano, no tiene una explicación ni un asidero concreto, claro, explícito, todo se convierte en un misterio absoluto, y más, al tratar de explicar cómo se usa. Hay una frase que los administradores les encanta, les fascina repetir, “los recursos ya vienen etiquetados”. ¿Qué significa eso? La verdad, ¿quién sabe? Eso se hace muy laxo al momento de ponerlos en acto. Mucha gente podrá decir que los elementos vertidos son exagerados, pero si los vamos desglosado uno por uno, nos daremos cuenta que hay una enorme opacidad en su manejo. En consecuencia, entender y transparentar los presupuestos se hace un remar a contracorriente faraónico.
Para el caso de nuestra universidad, mucho del problema se ha visto envuelto en una serie de “dimes y diretes” por parte de la autoridad estatal al prometer cosas que no van a cumplir, uno de ellos, el aumento sostenido de la partida presupuestal estatal para la universidad. Ante este hecho, lo único que ha solicitado el Rector es su cabal cumplimiento, eso es todo lo que ha estado pidiendo el Rector. La respuesta ha sido por parte del gobierno estatal, “salirse por la tangente”, y culpar a la administración universitaria sobre el mismo.
En este orden, se debe decir, el desarrollo que ha tenido la UAQ en los últimos seis años ha sido sostenido, esto puede parecer “normal”, pero visto en términos de infraestructura, desarrollo de programas, incremento de matrícula, consolidación de su planta docente es impresionante, todo ello implica forzosa y necesariamente un incremento sostenido de su presupuesto, lo que la autoridad federal y estatal si la comparten no lo reflejan en hechos concretos. La universidad como un bien social, no puede ni debe detener su desarrollo; es más, debe proyectarse en un plano ascendente permanente, sin cortapisas, ni simulaciones.
Ahora la pregunta es: ¿quién está hecho bolas con los números? No hay que perder de vista que la universidad es una entidad pública que depende presupuestalmente de la federación y de las aportaciones estatales, la generación de sus propios recursos tienen un margen objetivo, esto quiere decir, que no es una instancia privada, en consecuencia, también brinda un servicio social de alta calificación. No es ninguna estridencia afirmar que la UAQ es una buena universidad que tiene cuadros docentes de alto nivel y preparación, y eso obviamente cuesta, y mucho.
Concluimos esta entrega diciendo que la respuesta que le dio el gobernador Domínguez al Rector y a la comunidad universitaria es muy poco seria, empezando, porque él prometió en campaña que iba a aumentar de manera sostenida el presupuesto para la universidad. Nunca aclaró el gobernador ¿cómo le iba hacer? Seguimos en la danza de los dineros, esto se ha convertido en “el recurso por excelencia” de los políticos, porque no se explica con claridad ¿dónde está el dinero? Como lo ha dicho el Rector en repetidas ocasiones, estamos esperando una acción consecuente por parte de la autoridad estatal.
*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Profesor-investigador en la Facultad de Filosofía de la UAQ.
Debe estar conectado para enviar un comentario.