Cartas desde la locura
Cartas desde la locura

Te amo, María Tania Varela Otero

Tania Varela. Foto: Especial.

@ramavelm

Empecé a leerla sin muchas ganas. Luego vi que se trataba de una tía que se pasaba la vida perseguida y escapándose. Y me enganchó”: Juan José Moreno Cuenca.

Nunca conocí a alguna mujer como Tania Varela, cuya hermosura juvenil viró a una hermosura fantasmal.

Conocí a varias ‘atrevidotas’, digamos, pero ninguna como María Tania Varela Otero, primera directora de un Centro de Información gallego del que se desvinculó en el año 2004 para abrir su propio despacho.

Ya volando libre comienza una relación sentimental con un chaval que había dado el salto del hachís a la cocaína, de la cual intentó introducir cuatro toneladas a Galicia en un barquito pesquero, donde lo cazaron con fajos de ‘euros’ encima y con tremenda dotación de costales.

Tania buscó defenderlo, se involucró en el tráfico ilegal y dio en la cárcel. Pagó 120,000 euros de fianza, en efectivo, y huyó a Madrid para rehacer su vida profesional.

Valiéndole madre, siguió visitando a su pareja en el tambo, con cuyo abogado comenzó una relación. Un letrado casado y con dos hijos, que ya había defendido a algunos ‘peces gordos’ de la mafia rusa, traficantes gallegos y uno que otro capo histórico.

Cuando el chaval se enteró que su “abogado del diablo” y Tania ya trabajaban juntos, sus lugartenientes y algunos colombianos reclamaron la cocaína perdida en el barquito pesquero.

Las mafias deciden pasar de las amenazas a los hechos. Ya muy noche, Tania y su nueva pareja llegan al garaje de su casa en un lujoso Mercedes azul. Dos sicarios se acercan. Tania sobrevive al ajuste de cuentas pero ya ha quedado bajo las patas de la manada.

En el 2011 ya la etiquetan como “narcoabogada”, la condenan a siete años de cárcel y al pago de 318 millones de euros. Ella se esfuma.

Su leyenda se mezcla con presos, relaciones carnales, sospechosos, sicarios, ejecutores, atracadores de casas y tiendas, billares de mala muerte, colombianos, asiáticos, militares, licenciados sin honor, reclutadores, porteros de discotecas con amarillas luces de neón, teléfonos móviles.

Hasta hace un mes, Tania (hoy de 44 años) aún estaba condenada por blanqueo de dinero procedente de la venta de cocaína.

Nunca se presentó para cumplir su condena. Aseguró estar en tratamiento psiquiátrico. Cosa comprensible, pues su primer novio estaba encarcelado y el segundo muerto.

La rastrearon en Islandia, en Portugal, en territorios negros. Su carita apareció entre los setenta delincuentes más buscados por la Interpol, siendo ella la única mujer considerada entre los narcotraficantes más peligrosos de Europa.

Hace tres semanas una cabo de la Unidad Central de Estupefacientes de los Mossos d’Esquadra le comunica su arresto en el área infantil de la urbanización ‘Vall Pineda’ de Sitges, donde ella cuida a su niña. Ese mismo día dormiría en los calabozos de la comisaría de Vilanova i la Geltrú y hoy en la prisión de Wad-Ras.

Epílogo

Me encantaría conocer a Tania Varela Otero.

Platicarle que con ella he aprendido a vivir de tal modo que no valga la pena vivir.

Que los años corren y que las posibilidades se reducen.

Que una cartera vacía y un corazón roto pueden enseñarte las mejores lecciones de la vida.

Te amo, María Tania Varela Otero.