Análisis Desde nuestra América
Análisis / Desde nuestra América

La ruptura estructural de un país

Haití.
Opinión La ruptura estructural de un país
Foto: Archivo Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Oscar Wingartz Plata*

Hay otros países de América Latina donde las bandas del crimen organizado controlan territorios que ponen bajo su soberanía, imponen candidatos en las elecciones, tienen en plantilla a las autoridades civiles y a la policía, cobran impuestos a agricultores y comerciantes, asesina a periodistas y erigen su propio sistema judicial, en el que impera la pena de muerte. Pero aún no disputan el poder nacional, desde la capital. Sergio Ramírez

En el contexto de la América Latina recientemente hemos presenciando un evento realmente inquietante, y fuera de los parámetros de toda gobernabilidad. Entre otros aspectos se han desarrollado una serie hechos y sucesos que pondrían en una tesitura impresionantemente comprometida a más de un gobierno, si pasaran por esas circunstancias. Nos referimos al primer territorio liberado de Latinoamérica del dominio y colonización europea al inicio del siglo XIX en la isla La Española, esta es la Republica de Haití. Una revolución negra dirigida por Toussaint Louverture, Jean-Jacques Dessalines, la figura emblemática de Francois Mackandal, encabezando diversas sublevaciones en el noroeste de la isla, del yugo francés. Proclamando su independencia en 1804.

Estos elementos nos dan un mínimo de contexto sobre la situación haitiana. Donde la nota central, era precisamente la subordinación, vía la esclavitud de todo un pueblo, eminentemente afrodescendiente. La trama que vivió después de su independencia fue y ha sido en extremo azarosa. Ha pasado por una serie de calamidades, que podemos mencionarlas de todo tipo: huracanes, terremotos, golpes de estado, dictaduras militares, líderes mesiánicos, gobiernos fallidos, conspiraciones, asesinatos políticos, el incremento exponencial de la delincuencia y de las bandas criminales, con un nivel de desarrollo bajísimo, al punto de ser considerado, el país más pobre del continente. Con estos datos nos podemos dar una idea de la complejidad de esa nación caribeña.

Una pregunta que nos podemos hacer con toda pertinencia es, ¿por qué un país puede llegar a extremos tan impactantes? En una primera aproximación, se debe decir que el derrotero seguido desde su independencia lo ha marcado. No se está afirmando que es un “karma” inexorable del cual no va a salir, más bien, las variantes que lo han configurado son una pesada loza en su proceso histórico. No hay que perder de vista otra cuestión clave en estos planteamientos que se están proponiendo, el papel jugado por Francia posterior a su independencia, de rechazo absoluto, así como sucesivos intentos de recolonización. Fue hasta 1825 que la metrópoli “aceptó” su independencia, y eso condicionó en mucho su desarrollo ulterior. Entre otros puntos, Francia pedía como reparación el pago de 150 millones de francos, que rebasa 30 veces los ingresos anuales de ese país. Esto significaba y significó un endeudamiento perpetuo, sobre todo, con los bancos francés a los cuales les solicitaron préstamos para solventar las sucesivas crisis económicas que asolaban al país. Ante este panorama, la inestabilidad económica, política y social era la nota cotidiana.

En este punto cabe recordar lo expuesto por el eminente sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva sobre los procesos seguidos por las naciones latinoamericanas al final de las luchas independentistas al decir: “Sobre el telón de fondo de las estructuras precapitalistas imperantes a lo largo y ancho del continente, uno entiende mejor el propio enseñoramiento del capital comercial y usurario, que como Marx no dejó de señalarlo, reinan en razón estrictamente inversa del desarrollo del modo de producción capitalista y sin ni siquiera impulsar, por sí solo, la transición hacia él. Expresión del grado casi nulo de desarrollo local de este régimen de producción, el predominio de tales formas “antediluvianas” del capital se convirtió a su turno, por un proceso de reversión dialéctica, en serio obstáculo para la implantación del modo de producción específicamente capitalista”** Aquí está una de las razones de peso de la actual situación haitiana, la carencia estructural de un desarrollo sostenido que le posibilitara salir del ciclo subdesarrollo-pobreza-atraso.

A partir de este abigarrado recuento de eventos, aparece en la escena social un personaje que sintetiza este estado de cosas, Jimmy Cherizier, conocido en los bajos fondos como Barbecue, jefe de la G-9 y la Familia, una “federación” de bandas criminales que están asolando el país y al mismo Estado. Cherizier fue un expolicía de élite, se presenta como cabeza de un partido político en armas, como es de suponer, sus demandas son de orden político. Un personaje que está en los linderos del “realismo mágico”, como lo diría el escritor cubano Alejo Carpentier. Son de esas “figuras” que parecería tiene condiciones y características fueran de lo común. En sus “haberes” ha tenido la capacidad de aglutinar entorno suyo una fuerza que ha sido capaz de poner en jaque al Estado, y todo lo que ello significa. En ese contexto, parece que las formas, las maneras y los instrumentos son lo de menos. Dicho de manera clara, el fin justifican los medios. A partir de estos supuestos, podemos desprender una serie de planteamientos que tienen una enorme profundidad, en el sentido, de hacernos ver, ¿de todo esto qué puede resultar? Sobre todo, si tomamos en cuenta que, el reordenamiento que se solicita depende del concurso de distintas fuerzas, y un asunto central, que sea viable.

Ante una realidad tan compleja como la que se ha presentado, ¿cuál sería el punto de partida para la reconfiguración del Estado haitiano?, ¿sobre qué bases?, ¿quién o quiénes encabezarían un gobierno estable, que permitiera retomar la vida toda de ese país? En este ciclo de violencia, inestabilidad, caos y carencia de dirección estatal es muy problemático encauzar las fuerzas políticas y sociales, si tomamos en cuenta que, no hay una estructura sólida de orden económico y político, que sustente el reordenamiento exigido. A partir de estas ideas, hay una que debe ser visualizada con toda pertinencia, la gobernanza. Puede parecer extraño, pero es el núcleo de lo que se está exponiendo, ¿cómo se gobierna o a partir de qué bases se gobierna? Si no existe un mínimo de condiciones e instituciones, literalmente es imposible hablar de gobierno y gobernanza.

Esa es precisamente la cuestión medular de la crisis haitiana. Las estructuras estatales han colapso ante uno de los sectores sociales, el poder que han adquirido las bandas delictivas. Ello condiciona gravemente todo el proceso en su conjunto. Una vez más, vemos como la realidad supera a la ficción. Parece que no se podía llegar a tales extremos de ruptura socio-política, pero vemos que efectivamente sí se puede llegar a los extremos que hemos vistos e ir más allá.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.

**Agustín Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Ed. Siglo XXI, 1981. p. 25.

Banner 1450x170px Corregidora