Cartas desde la locura
Cartas desde la locura

Tenemos todo. Tenemos nada

El Roto (viñeta).
“Algunos días despiertas e inmediatamente sospechas que habrá problemas”: Jenny Holzer.

Ramón Martínez de Velasco

@ramavelm

I

Los visionarios no andan a la espera del big one. Saben que está en casa. En la traza de las ciudades. En la ignorancia y desmesura del populacho.

No se predisponen ni quedan bajo la influencia de la hecatombe. Unos beben para no alterar la fluidez de la sangre. Otros se drogan para aligerar el aire de pesadumbre que fluye en la ciudad apestada.

Tucídides ya hablaba de gargantas negras, sudor sangriento, tos ronca, o escupitajos color azafrán.

Pericles no quería más gloria que la de no causar el luto de ningún ciudadano.

En Atenas, cronistas dieron cuenta que aves de rapiña huían de los cadáveres infectados.

En 1918 Le Corbusier decidió encerrarse en su departamento parisino con una generosa dosis de coñac y tabaco oscuro, para ver pasar a la gripe española.

Los japoneses vieron en el whisky un remedio contra las virulentas epidemias. 

Hubo escritores rusos que hacían cuarentena en casa no sólo para evitar contagios, sino, sobre todo, para sobrellevar las crudas del vodka. 

Algunos clarividentes franceses abandonaban los cuatro muros, a sabiendas que la insalubridad y el hacinamiento convirtieron a los barrios antiguos en focos rojos de influenza y tuberculosis.

Ya en las calles nevadas y de cara al aire helado, bebían aloxinus y fumaban hashish.

Hubo los libros donde se recomendaba llevar una bolsita con extractos de melisa, mejorana, menta, salvia, romero, azahar, albahaca, tomillo, serpol, lavanda, hoja de laurel, corteza de limonero y peladura de membrillo.

Un historiador de Provenza contaba que cuando un confinado lograba escapar, mandaban a que le rompieran la cabeza.

En algunas novelas, el enamorado rechaza a la amada para no contagiarle su mal.

II

Un siglo después, la Humanidad está de nuevo en casa. 

Llegará el día en que no soportarán la ciudad llena de moribundos, ni al gentío dando vueltas en las calles recalentadas y polvorientas.

“La peste procede de la desmesura. La epidemia adora los cuchitriles secretos”, escribió Camus.

Cansados y sin un ápice de imaginación, caerán como moscas.

La ciencia, con ser la ciencia, os tiene al borde de la tumba.

No tienen remedio ni merecen compasión (que es pariente de la ignorancia).

Me dan hueva.

Váyanse al carajo.

Epílogo

El tren se dirige hacia un futuro luminoso. De pronto: stop. Se han acabado las vías” (Ryszard Kapuscinski).

2 Responses

  1. EL CUADRO

    Ah, Ramavel el duro y apocalíptico.
    Buena pintura histórica.
    Y bien, ¿cómo vive en nuestros días de la Edad Luz el periodista hipercrítico los días envenenados (por la contingencia de salud y por la guerra ideológica en torno a Amlo) que nos han tocado en suerte vivir?
    En suma, ¿cuál es su cuadro de nuestro tiempo?
    Nos gustaría tener su crónica personal de la primavera inimaginada de este México 2020.
    Cordialmente, su lector y amigo palabrero
    Julio Figueroa.
    Q, Presidentes, 20 de mayo 2020.

    –Ah, que no se puede poner el texto de Ramavel en Fb porque ha sido reportado como ofensivo. Ufff. ¡Lo consiguió!

  2. Desde una ventana vemos un eterno fluir cadavérico en forma de funeral masivo. La muerte llega por la mar. Ésa que Jorge Manrique decía que es el morir.

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