Análisis Desde nuestra América
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Sobre los organismos autónomos

INAI Instituto de Transparencia
Organismos autónomos México INAI.
Foto: inai.org.mx

Oscar Wingartz Plata*

La “necesidad imperiosa” de contar con organismos “autónomos” para defender los derechos humanos de los mexicanos resulta por lo menos risible. La arena del poder político cambió; la correlación de fuerzas es otra. Damos pasos alejándonos de la desigualdad prianista neoliberal. La derecha política y sus representados, que quieren “defender los derechos humanos” de los ciudadanos mediante mecanismos autónomos del poder, en realidad quieren instrumentos para defenderse y obstruir al gobierno de la 4T y seguir per secula seculorum con los privilegios de los que gozaron a mansalva. José Blanco.

El pasado viernes 22 de noviembre en el pleno de la Cámara de Diputados se aprobó la extinción de siete organismos autónomos, el más renombrado fue el INAI (Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales) el órgano regulador de la transparencia en diverso ámbito público. Este hecho en sí mismo es parte de una estrategia de parte del gobierno actual, junto con los partidos que están coaligados entorno a la 4T, y el proceso de transformación de la vida pública del país. En este contexto es pertinente decir que, había una serie de organismos del Estado que no estaban cumpliendo a cabalidad con las funciones que les habían asignado, entre ellas, este instituto de la transparencia, al tener una actuación opaca, en consecuencia, carente de claridad. Una pregunta que se plantea como necesaria es ¿por qué es importante reflexionar sobre estos puntos? Por una razón, que puede parecer obvia, reiterativa y hasta “ingenua”, precisamente por la forma en que estaba actuando, es pertinente proponer algunas ideas, que nos permitan ver la relevancia de dicho acto.

Para ahondar en ello es necesario referirnos a una cuestión que debería quedar clara, nos estamos abocando a un asunto complejo, como el explicitar la lucha política que se ha entablado entre la llamada “derecha política” y la 4T, también referida como de izquierda. Esto quiere decir, que efectivamente, hay una pugna no tan clara y ni tan explícita entre ambas posiciones. En este punto debemos retomar una cuestión que es el marco general o el trasfondo de esta lucha política. Lo vamos a proponer a manera de pregunta: ¿cómo era la política, el Estado y la sociedad mexicana en la etapa neoliberal? Asunto clave en estas líneas.

Desde que inició el gobierno del expresidente López Obrador, uno de los propósitos centrales fue remontar y borrar del horizonte social y público, una práctica añeja, secular: la corrupción. La cual se había enseñoreado durante décadas, esto por su propia lógica golpeó severa y profundamente la vida toda del país. Entre otras cuestiones, sumiendo en la pobreza a millones de mexicanos y polarizando a la sociedad, porque “la lógica de esa etapa” fue concentrar de manera inmisericorde la riqueza en un polo de la misma, es decir, la plutocracia, la oligarquía y los tecnócratas. Ante ese panorama, los únicos beneficiados fueron estos sectores que se regodeaban con total descaro con el incremento de sus fortunas. Sólo es cuestión de analizar con cierto detalle como Salinas de Gortari malbarató el patrimonio nacional al mejor postor, así como la entrega de paraestatales a sus conocidos y allegados, con ello, se da un giro de 180° a la política económica del país, de tener un cierto sesgo social y redistribuidor sobre una parte de la riqueza generada, a la absoluta privatización de la misma y las consecuencias que tuvo en el ámbito nacional. Dos empresas que se vieron severamente golpeadas fueron PEMEX y CFE, que caminaba hacia la total privatización a pasos acelerados.

Ante estos hechos, el país navegó en una dirección incierta y de pronóstico reservado, por lo imprevisible de los resultados, a partir de la toma de decisiones en la dirección privatizadora. En esta lógica, Peña Nieto pretendió poner el último clavo de esta maniobra privatizadora, con las llamadas “reformas estructurales”, que incluían abiertamente la entrega de las paraestatales más fuertes y de mayor rendimiento como las mencionadas más arriba. Para completar el cuadro, intentaron llevar a cabo la construcción de una obra faraónica con el nombrado Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, en el Lago de Texcoco, a un costo realmente exorbitante e inhábil por las condiciones estructurales del terreno, pretender asentarlo en el lecho de un lago. Como se diría en el argot popular: “Brillante idea”.

En este punto, es pertinente retomar lo propuesto en el epígrafe de esta entrega, dicho con absoluta sensatez, en el sentido que la derecha impugnó férreamente la extensión de esos órganos por su propio beneficio, defensa y protección. No debemos olvidar que había una serie de organismos dispersos dentro de la administración pública, donde sus funciones de forma “declarativa” sonaba atractivos, pero sobre los hechos era confuso y dudoso su quehacer. Al cobijo de las funciones del Estado se crearon esos organismos, que formalmente debían complementar los quehaceres de la administración federal, pero no fue así. Esta fue una de las razones por las cuales se decidió terminar con esos órganos. Entre otros aspectos, consumían una parte sustantiva del presupuesto anual de la federación. En el caso del INAI, la aplicación de la transparencia debe ser un objetivo prioritario del quehacer público, porque en el recae, entre otras cosas, el buen funcionamiento del gobierno y el cumplimiento cabal de sus quehaceres como administradores de los bienes públicos, y si es opaco y cerrado, pues, no simplemente hay tal.

Una idea final en esta entrega va en el siguiente sentido, las acciones que ha emprendido el gobierno de la 4T, desde el periodo pasado y continúa en el actual tiene una orientación muy precisa, acabar con ideas y prácticas de simulación, corrupción, abusos de poder, y algo muy importante, darle un giro sustancial al quehacer público. En este punto el expresidente López Obrador lo tenía muy claro, si no se atacan esas lacras en la administración, que se convierten en sociales, difícilmente el país va a avanzar en una dirección que lo rehaga y dignifique estructuralmente, porque seguirán esos quehaceres y esos usos, como algo enquistado en las relaciones sociedad-gobierno, gobierno-sociedad. La posibilidad que se den y reproduzcan en ese mar de opacidad y simulación la continuidad de los privilegios y las prebendas. No hay necesidad de buscarle mucho, esto ha sido parte de la historia del país desde hace décadas, donde la necesidad de unos, es el jugoso beneficio de otros.

*Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM.