Global-Local: Mirador Internacional
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El nuevo presidente y Donald Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump. Foto: www.donaldjtrump.com

Marisol Reyes Soto*

En los últimos meses y hasta la celebración de los comicios presidenciales del 1° de julio, la atención nacional estará volcada en los temas de campaña que afectan a la política interior.

Sin embargo, en el debate del 20 de mayo, se abrió un espacio en el que los candidatos tuvieron la oportunidad de exponer sus visiones respecto a la Política Exterior de México.

Predeciblemente, el tono del debate fue sentado por las expresiones de indignación y rechazo a las agresiones verbales, y no verbales, que sigue emitiendo Donald Trump contra nuestro país.

Desafortunadamente, la discusión de fondo de la relación bilateral con los Estados Unidos no puede ser anecdótica y para cualquiera que asuma la presidencia mexicana los retos serán de proporciones inéditas.

En realidad, el factor que hace la gran diferencia en esta etapa de la relación consiste en la desarticulación de los mecanismos de comunicación y entendimiento que por muchos años habían atemperado los problemas más sensibles entre ambos países.

Desde que Donald Trump tomó las riendas de la Casa Blanca, se detuvo la maquinaría que desactivaba los focos de riesgo provocados por temas como el narcotráfico, la migración y el comercio.

Los diplomáticos, legisladores, funcionarios del Departamento de Estado y negociadores de las agencias no gubernamentales que trabajaban con las instituciones de nuestro país han sido neutralizados en sus posiciones de influencia.

Hoy, los temas sustantivos los aborda Jared Kushner, yerno de Trump, quien ha sido nombrado asesor presidencial principal para las relaciones con Canadá, México y China.

Sin embargo, las señales que ha mandado Trump no son inequívocas ni sorpresivas. Analizando detalladamente otros acontecimientos recientes en materia de política exterior se puede observar que su toma de decisiones no se caracteriza por la sofisticación y complejidad de un hombre de Estado.

Por el contrario, su estilo da cuenta de un pragmatismo arrollador en el que las decisiones se circunscriben a un círculo cercano a su confianza. Su estilo de gobierno es tan personal, que las estrategias y tácticas globales diseñadas por sus complejas agencias de inteligencia y asuntos internacionales son ignoradas.

Esta conducta se observa en dos eventos clave para el equilibrio geopolítico del mundo en el Pacífico Asiático y Medio Oriente.

En Corea del Norte, Trump ignoró las recomendaciones para abordar con prudencia las negociaciones de acercamiento y desnuclearización con Kim Jong-un. Después de una etapa de alta algidez verbal entre ambos líderes, se consideraba más sensato restablecer el contacto en etapas sucesivas e iniciar con encuentros diplomáticos de funcionarios de mediano y alto nivel.

Ávido del reconocimiento mundial, Trump anunció triunfalmente que se reuniría con el líder de Corea del Norte en mayo.

Sin embargo, la prematura concepción de los términos de los acuerdos suspendió el encuentro, dejado a la región en un tenso compás de espera.

El segundo evento de gran impacto se escenificó con el rompimiento del acuerdo nuclear con Irán, así como el simbólico cambio de la embajada de los Estados Unidos a la ciudad de Jerusalén.

Con estas medidas, Trump abrió de manera intempestiva flancos de vulnerabilidad peligrosísimos en la región de Medio Oriente.

La escalada de agresiones entre Israel y Palestina, aunada a la guerra en Siria, transforman esa zona en un auténtico polvorín. Sus aliados occidentales, Francia, Alemania y el Reino Unido manifestaron su frustración y percibieron que Estados Unidos les dio la espalda por el daño causado a un proceso de estabilización que cada día se ve más lejano y costoso.

En el cortísimo plazo, uno de los temas más importantes para México en relación a los Estados Unidos se concentra en las negociaciones del TLCAN. Tristemente, después de meses de intensas negociones en las que se han explorado infinidad de alternativas para salvar la relación comercial, se llega a la conclusión de que en realidad el éxito dependerá de la lógica temperamental de Trump ya que sus avances con las negociaciones del comercio estadounidenses con China dictarán la actuación de ese país con el resto del mundo…

En realidad, no es aventurado aceptar el dictum de que “la Política Interior es Política Exterior”, aunque esto aplica únicamente para las grandes potencias mundiales.

*Académica especializada en temas internacionales.

Correo electrónico: [email protected]