Columna Invitada
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Los retos de la Nueva Movilidad Urbana en la etapa PostCovid-19 (primera parte)

Foto: cortesía de Miguel Valdés.

Ricardo Eugenio Arredondo Ortiz*

Antecedentes

El surgimiento en China, del virus Sars-CoV-2, causante de la pandemia COVID-19, puso al desnudo varias carencias del mundo moderno, que había prosperado con una sociedad de consumo basada en la inmediatez y lo superfluo. El virus es altamente contagioso y se propaga a una gran velocidad, montado sobre los sistemas de transporte convencionales y floreciendo en las debilidades humanas, que se nutren de un sistema de transporte ineficiente y una mala alimentación, que impulsan el desarrollo de varias enfermedades crónico degenerativas derivadas de esas causales, como son la hipertensión, la diabetes, el sobrepeso, las enfermedades pulmonares, los cánceres de pulmón, tráquea y bronquios, entre otros.

Al momento de escribir este texto, 04 de junio de 2020, se reportan a nivel mundial 6.570.360 casos confirmados y 327.642 fallecimientos, ocurridos en menos de 6 meses de propagación y con presencia en los 5 continentes, a pesar de los vanos esfuerzos internacionales por detener su propagación dentro de los territorios nacionales logrando, en el mejor de los casos, reducir su velocidad de propagación, a un gran costo económico. De esas cifras, México registra 101.238 casos COVID-19 y 11.728 fallecimientos.

En la figura anexa, se observa que una gran cantidad de naciones implementaron medidas de control de la movilidad y que, a pesar de ello, fueron incapaces de contener la propagación de la enfermedad. Incluso China, que hoy en día tiene libertad de movimiento por todo el país, en su momento de mayor impacto del COVID-19, aisló casi por completo las regiones afectadas y a pesar de eso, el virus se extendió por todo el planeta. Destacan los casos de Canadá y Suecia, que adoptaron la estrategia de “inmunidad de rebaño”, que busca propiciar una contención natural del virus, tolerando la infección de una cantidad sustantiva de personas, que cause entre éstas el desarrollo natural de anticuerpos que impidan la posterior expansión del virus. Esta estrategia, sin embargo, implica un alto costo en vidas humanas y de casos infectados, que pueden llegar a desbordar los sistemas de salud, en caso de que estos sean muy modestos y limitados, como en el caso de México.

Impacto económico de las medidas de contención

Dado que el virus es altamente contagioso, la mayoría de las naciones decidieron implementar medidas de restricción de la movilidad de sus propios ciudadanos dentro del territorio y la prohibición de vuelos desde el extranjero, en un esfuerzo desesperado por reducir la transmisión de la infección desde el exterior y hacia el interior. En la mayoría de las ciudades mexicanas se logró reducir de manera voluntaria entre 50% y 80% la movilidad local, lo que de todas formas implicó un impacto económico aún por cuantificar, pero cuyas cifras preliminares prevén una recesión de – 6% del PIB para este año. Por otro lado, surgieron algunas externalidades positivas, como la obtención de una mejor calidad del aire, la eliminación del congestionamiento y del estrés vial, así como el resurgimiento de la fauna silvestre, que estaba acostumbrada a vivir lejos de los centros urbanos y de los espacios visitados por turistas. La existencia de varios de estos animales incluso era puesta en duda, pero con el encierro humano derivado de la presencia del COVID-19, se permitió no solo que dieran señales de vida, sino que se enseñorearon de las calles desiertas.

El visitante incómodo que llegó para quedarse

El surgimiento de esta pandemia, deja claro que el COVID-19 llegó para quedarse y que su erradicación planetaria dependerá de que se obtengan las vacunas necesarias y suficientes, cosa que podría tomar varias décadas, recordando el caso de la viruela, cuya vacuna fue descubierta por Edward Jenner en 1796 y sin embargo requirió casi dos siglos para ser eliminada completamente de la faz de la Tierra, cuando la Organización Mundial de la Salud la pudo declarar como erradicada en 1980.

Dado que numerosas naciones retornarán a sus actividades productivas en los primeros días de junio de 2020, todas tendrán que lidiar con la presencia del COVID-19 entre sus ciudadanos y tratar de reducir su velocidad de contagio. Si bien existen recomendaciones claras sobre la importancia de lavarse las manos constantemente y usar protección de nariz, boca y ojos, lo cierto es que la sana distancia probó ser más efectiva para evitar grandes contagios, cuando se logra mantener entre las personas. Sin embargo, los actuales patrones de movilidad, que se fundamentan en sistemas de transporte masivos y eficientes, ahora son poco propicios para garantizar que los pasajeros logren separarse la distancia mínima recomendada de 1,5 metros entre ellos. Para lograrlo, las unidades de transporte deberían llevar cerca del 10% de la cantidad de personas de lo que su actual capacidad permite, lo que significará grandes pérdidas para los operadores de los servicios o de grandes sumas de dinero en subsidios por parte del estado, para garantizar la circulación y frecuencia de suficientes vehículos de transporte público.

La solución alternativa que ofrece el automóvil en materia de transporte, y que ha sido promovida por las grandes armadoras de autos durante dos siglos, se enfrenta al eterno problema del espacio finito en las calles de las ciudades, por lo que tampoco resuelve el problema de la movilidad, pues si bien los conductores pueden mantener su sana distancia entre ellos, encerrados durante horas en el interior de sus autos, la realidad es que esta situación es poco provechosa para el desarrollo económico, pues el congestionamiento vial solo generará horas-hombre perdidas detrás del volante y tendrá efectos perniciosos en el resto de las actividades urbanas, sin mencionar el aumento de emisiones contaminantes a la atmósfera, producidas por cantidades ingentes de autos holgando en las calles.

La alternativa de transporte que ha estado latente en casi todas las ciudades

De manera providencial, la bicicleta ofrece una solución alternativa de transporte que ha estado presente en casi todas las localidades de la Tierra, pese al poco espacio vial con que cuentan, pues permiten mantener una sana distancia entre los usuarios que se transportan entre los distintos orígenes y destinos. Además, la bicicleta es sumamente flexible y se puede utilizar en casi todos los lugares habitados, ocupando apenas una décima parte del espacio vial que suele utilizar un auto, además de tener los costos de operación vehicular más bajos del mercado y un alto desempeño sostenible, ambientalmente amigable.

La utilización masiva y cotidiana de la bicicleta, coadyuvaría al desarrollo de una verdadera inmunidad de rebaño, al fomentar el activamiento físico de las personas mientras se transportan, quienes además de quemar grasas y calorías, desarrollarían una importante actividad cardiovascular. Se estima que con 30 minutos de ejercicio en bicicleta en la ida y otro tanto en la vuelta, las personas podrían perder hasta un kilo de peso por año, permitiendo que, en un sexenio de activación física rutinaria, se consuman los 6 kilos de sobrepeso que tiene en promedio la población mexicana, sin menoscabo de otras estrategias nacionales que se pueden desarrollar en paralelo y que busquen mejorar la alimentación de la población.

La inmunidad de rebaño alterna consistiría en desarrollar una población sana, que esté en condiciones de sobrellevar con más éxito las infecciones como el COVID-19 o bien de otras que se desarrollen en el futuro. Es decir, aunque ese virus siga presente entre la población mexicana, la fortaleza física de la misma y su mejor salud personal, sería la principal defensa contra agentes infectantes similares al COVID-19, mientras surge una vacuna efectiva contra éstos.

Para lograr una movilidad masiva en bicicleta, se requieren varios esfuerzos por parte de la sociedad en su conjunto.

  • 1) Por parte de la autoridad, se necesitarían construir ciclovías temporales que cubran la necesidad urgente de movilidad con sana distancia, para fomentar el uso de la bicicleta y otras expresiones de micromovilidad sostenible. También se tendría que lograr la largamente añorada y urgente pacificación de las calles, garantizando velocidades de circulación inferiores a los 40 kph, especialmente en zonas urbanas y rurales, en donde se tiene una tasa de mortalidad vial, con cifras signficativamente más altas que la mortalidad causada por el COVID-19. Será fundamental mejorar la infraestructura peatonal, para lograr el acceso universal a todos los atractores y generadores de viajes. Es además impostergable, la resolución técnica de intersecciones viales hasta ahora peligrosas y poco amigables para todos los usuarios, especialmente para los vulnerables.
  • 2) Por parte de los ciudadanos, se requiere despertar su interés en salvaguardar su propia seguridad, para que elijan modos de transporte más eficientes, como la bicicleta, lo que redundaría en mejoras significativas de su salud y en menores tiempos de traslado. Esta opción de transporte es de las pocas que ofrece mantener la sana distancia entre viajeros, sin saturar las redes viales ni incrementar el congestionamiento, como lo es la solución que ofrecería el viaje en automóvil. Para el caso de distancias superiores a los 8 km o con fuertes pendientes intermedias, se podrían escoger bicicletas eléctricas o bien combinar la bicicleta con un transporte intermodal.
  • 3) Por parte de las empresas, se requiere que adapten sus instalaciones, para recibir bicicletas y ofrecer cuartos de recambio, en donde sus trabajadores puedan cambiar sus ropas de viaje por las de trabajo, además de contar con bebedores de agua potable. Estas empresas ganarán un aumento en la productividad, pues sus empleados tendrán mejores cuadros de salud y llegarán al trabajo con un optimismo encausado por la eliminación de las toxinas que se logra al pedalear y la generación de endomorfinas, producidas por la experiencia del ejercicio físico que se obtiene por cada kilómetro recorrido en bicicleta.

*Especialista en transporte sostenible y huella de carbono.
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